La mímica es el arte de hacer visible lo invisible

La primera vez que José Ramón Solano (Ciudad de México, 1966) vio a un mimo fue en un comercial de televisión. Eran los años 70 y a él, siendo un infante, le pareció “muy extraño ya que hacía una pantomima jalando una cuerda y salía el nombre de una tienda departamental”. Ese primer contacto con la mímica no le causó una gran sensación, pero que años después experimentó su “revelación” artística mientras veía el Lago de los Cisnes en Chapultepec. “Ahí fue donde el arte me llamó la atención”, recuerda. En entrevista, Solano cuenta qué lo llevó a querer ser un mimo, hoy tal vez el más destacado del país por su trayectoria e impacto: “La necesidad de expresarme y de salir del entorno en el que vivía”. Tras su “revelación” en Chapultepec, Ramón entró al taller de teatro de su preparatoria, donde acompañó a sus compañeros a las fiestas infantiles que animaban. “Un día me invitaron a una función infantil para trabajar con ellos, me maquillaron de mimo y me dijeron ‘tú haz lo mismo que nosotros y diviértete’”. Él hi