Isao Takahata es el director de La tumba de las luciérnagas, cuarto título de su filmografía y probablemente el más popular, en buena medida por ser responsable de romper con el tópico de que el cine de animación no es un territorio adecuado para el drama. Desde la perspectiva de un Seita fantasmal —hecho que queda más que claro durante los primeros minutos de la cinta—, el espectador asiste al relato de su vida, siguiendo las traumáticas experiencias que tanto el protagonista como Setsuko —su pequeña y entrañable hermana— experimentarán en un Japón completamente devastado por una ya casi concluida Segunda Guerra Mundial. Habiendo perdido a su madre —adoptiva en el caso del escritor— por los fuegos de la guerra, Seita se ve obligado a cuidar de su pequeña hermana de tan solo cuatro años de edad, haciendo lo imposible por intentar sobrevivir en un entorno tan hostil. Con un gusto exquisito, la narración de la película no resulta en ningún momento dramática en exceso, no teniendo la necesidad de forzar las lágr
La tumba de las luciérnagas
Isao Takahata es el director de La tumba de las luciérnagas, cuarto título de su filmografía y probablemente el más popular, en buena medida por ser responsable de romper con el tópico de que el cine de animación no es un territorio adecuado para el drama. Desde la perspectiva de un Seita fantasmal —hecho que queda más que claro durante los primeros minutos de la cinta—, el espectador asiste al relato de su vida, siguiendo las traumáticas experiencias que tanto el protagonista como Setsuko —su pequeña y entrañable hermana— experimentarán en un Japón completamente devastado por una ya casi concluida Segunda Guerra Mundial. Habiendo perdido a su madre —adoptiva en el caso del escritor— por los fuegos de la guerra, Seita se ve obligado a cuidar de su pequeña hermana de tan solo cuatro años de edad, haciendo lo imposible por intentar sobrevivir en un entorno tan hostil. Con un gusto exquisito, la narración de la película no resulta en ningún momento dramática en exceso, no teniendo la necesidad de forzar las lágr