LIBROS

La primera peculiaridad de esta novela es su narrador, mejor dicho, su narradora: la Muerte. Ella es la que nos cuenta en primera persona la historia de Liessel, una niña alemana que descubre durante la Segunda Guerra Mundial el placer de la lectura y el horror de la guerra. Y es que parece que este tema, a nivel literario al menos, vuelve a estar de “moda”. Pero, aunque trate este tema habitual, lo hace desde una perspectiva peculiar. La “ladrona” cuenta los horrores de aquellos que vivieron la segunda guerra mundial como ciudadanos normales que trataban, en la medida de lo posible, de seguir con sus vidas mientras lejos se desarrollaban unos acontecimientos dramáticos. Ese es el caso de la familia de acogida a la que llega Liessel. Una serie de personajes entrañables pueblan las páginas de esta novela: Rudy, el niño con el que Liessel entabla una gran amistad, que está obsesionado con Jesse Owens; Max, el expúgil judío que permanece escondido en el sótano; Hans, el pintor de brocha gorda y músico aficionad