Los vampiros de Venecia

Ser un vampiro no es fácil. Y no solo por los ajos y las estacas: a veces toca comer ladrillos. En marzo de 2009, el antropólogo forense Matteo Borrini, de la Universidad de Florencia, desenterró los restos de un vampiro en una fosa común del Lazzaretto Nuovo, una minúscula isla de la laguna de Venecia donde se aislaba a los enfermos de peste. Se trataba el esqueleto de una mujer con un ladrillo incrustado en la boca, para que no mordiese a nadie después de muerta. Lazzaretto Nuovo debió de ser un lugar siniestro. La escasez de sepulturas para el enorme número de víctimas por la epidemia de peste negra que azotó Europa en el siglo XIV obligaba a reabrir las fosas para arrojar los nuevos cadáveres, y lo que sacaban a la luz no era agradable de ver: algunos cuerpos aparecían en extrañas posturas y mostraban expresiones atroces; otros parecían haberse comido el sudario y de sus bocas rezumaba un líquido oscuro y viscoso como la sangre. Son fenómenos post mortem para los que los forenses modernos tienen explicac