Ludwika Paleta y Paulina Goto dan vida a Ana y Mariana, dos mujeres absolutamente diferentes descubren que sus bebés fueron accidentalmente cambiados al nacer. No obstante, si esta situación no fuera ya de por sí compleja, surgen las subtramas de otros personajes secundarios que se conecta con la historia de las protagonistas. Cabe resaltar que Madre sólo hay dos aprovecha la ironía y la vida cotidiana de Ana y Mariana, que salvo en embrollo de cambio de hijas al nacer y la correlación amoroso sexual de otros integrantes de la familia, bien pudiera parecer “corriente” para hablar de maternidad, sobre las expectativas sobre las mujeres durante el parto y después de este, la amistad entre hombres y mujeres, la fluctuación de la orientación sexual, las controversias sobre la edad de las mujeres: demasiado mayores o demasiado jóvenes, y también, uno de los temas estrella: la conciliación. Temas actuales, necesarios de visibilizar, y que el reparto, al que se suman Martín Altomaro, Liz Gallardo, Javier Ponce, Oka
Madre sólo hay dos
Ludwika Paleta y Paulina Goto dan vida a Ana y Mariana, dos mujeres absolutamente diferentes descubren que sus bebés fueron accidentalmente cambiados al nacer. No obstante, si esta situación no fuera ya de por sí compleja, surgen las subtramas de otros personajes secundarios que se conecta con la historia de las protagonistas. Cabe resaltar que Madre sólo hay dos aprovecha la ironía y la vida cotidiana de Ana y Mariana, que salvo en embrollo de cambio de hijas al nacer y la correlación amoroso sexual de otros integrantes de la familia, bien pudiera parecer “corriente” para hablar de maternidad, sobre las expectativas sobre las mujeres durante el parto y después de este, la amistad entre hombres y mujeres, la fluctuación de la orientación sexual, las controversias sobre la edad de las mujeres: demasiado mayores o demasiado jóvenes, y también, uno de los temas estrella: la conciliación. Temas actuales, necesarios de visibilizar, y que el reparto, al que se suman Martín Altomaro, Liz Gallardo, Javier Ponce, Oka