Miniaturas en hueso invaden el Estanquillo

Todo comenzó un día en el que Roberto Ruiz comía un mole de olla y quedó fascinado por el hueso del chambarete. Para aquel entonces, Ruiz —nacido en Oaxaca en 1928, pero que residió en la Ciudad de México— ya era conocido como “El Escultor” y trabajaba la madera y el barro. Ese fue el comienzo de una carrera como creador de miniaturas que lo llevaría a ganarse el Premio Nacional de Artes en 1988 y a hacerse amigo de Carlos Monsiváis, el máximo comprador de su arte y cuya colección ahora se exhibe en la muestra “Roberto Ruiz. El gigante de la miniatura”, en el Museo del Estanquillo. La exposición cuenta con 600 miniesculturas en hueso, ya sea de res, costilla de manatí o incluso semilla tawa, considerado el “marfil vegetal”. “Él dijo ‘yo tengo muchas ganas, desde hace mucho tiempo, de trabajar el hueso, pero no sé de qué forma lo voy a hacer, pero lo voy a lograr’”, recuerda Abraham Ruiz, hijo del artista. Al descubrir las herramientas necesarias para trabajar el hueso —motor con chicote y maneral y un esmeril