Una visita guiada al palacio de Sotofermoso

“Si Garcilaso volviera/ yo sería su escudero/ que buen caballero era”, escribió Alberti de su colega del siglo XVI. Garcilaso era soldado y poeta, en el orden que se quiera. Participó en algunas campañas militares con el tercer duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, el terror de Flandes —el coco de los niños de los Países Bajos aún hoy, según dicen— por la ferocidad de su belicismo. De vuelta a España, con grandes conquistas para la corona, hizo construir unos inmensos jardines renacentistas en el palacio de Sotofermoso, muy del gusto de la época, donde dejaron su maestría ilustres artistas italianos, como el escultor Franceso Camilliani. Aquello se convirtió en un gran centro cultural por donde se paseaba el buen caballero Garcilaso en busca de las musas y otros hombres de letras. El dicho palacio estaba a orillas del río Ambroz, al norte de Cáceres, y su abundancia dejaba entonces una vegetación exuberante y unas tierras productivas, algo que ya habían descubierto siglos antes los cistercienses, cuando