La definición de cuento más perfecta para Eduardo Antonio Parra, y la que más se acerca al impacto que quiere tener en el lector, es aquella descrita por Edgar Allan Poe, que dijo que una buena historia es aquella que se lee de una sentada y que nunca olvidas, que se te queda en la memoria para siempre. Y esa es la idea que guía cada cuento que crea Parra; sin embargo, él ha elaborado una metáfora que define también su trabajo con el género cuentístico, del que es maestro. “Siempre he tenido esta idea a la hora de la escritura: pienso en los que hacían las espadas de Toledo, al principio es un pedazo de fierro, nada más, pero a punta de mazazos y tras pulirlo ese fierro queda lisito, filoso y puntiagudo, como debe ser”, dice Eduardo Antonio Parra, quien reconoce que ese es el filo que busca en sus historias, el filo que corta, que abre heridas y pone el dedo en nuestras propias llagas. “Me acuerdo que en los primeros cuentos que escribí había reacciones de gente que me decía ‘este cuento no lo puedo terminar’
Vivimos una violencia mecánica y sin pasión
La definición de cuento más perfecta para Eduardo Antonio Parra, y la que más se acerca al impacto que quiere tener en el lector, es aquella descrita por Edgar Allan Poe, que dijo que una buena historia es aquella que se lee de una sentada y que nunca olvidas, que se te queda en la memoria para siempre. Y esa es la idea que guía cada cuento que crea Parra; sin embargo, él ha elaborado una metáfora que define también su trabajo con el género cuentístico, del que es maestro. “Siempre he tenido esta idea a la hora de la escritura: pienso en los que hacían las espadas de Toledo, al principio es un pedazo de fierro, nada más, pero a punta de mazazos y tras pulirlo ese fierro queda lisito, filoso y puntiagudo, como debe ser”, dice Eduardo Antonio Parra, quien reconoce que ese es el filo que busca en sus historias, el filo que corta, que abre heridas y pone el dedo en nuestras propias llagas. “Me acuerdo que en los primeros cuentos que escribí había reacciones de gente que me decía ‘este cuento no lo puedo terminar’