Después del 9

No nos confundamos. No simplifiquemos las cosas al grado de la ingenuidad. La violencia con las mujeres no es de ahora; no es de hoy, no es de este año. Tampoco es culpa de un gobierno en específico, ni de un partido en específico o de un político en específico. La culpa es de todos; de todos nosotros. De los profesores que no se molestaron en corregir, de los policías que no se molestaron en escuchar, de los jueces que mantuvieron un sistema jurídico patriarcal, de los ministerios públicos que no investigaron o no creyeron en las acusaciones, de los padres que no educamos a nuestros hijos, de las madres que callaron, de los hermanos que sometieron a las hermanas.  La violencia contra las mujeres es un problema en el que todos participamos y que venimos arrastrando desde hace décadas; siglos. Es un problema de educación. Un problema de esa in-cultura que hemos mantenido por años, repetida, honrada e inculcada hasta el cansancio. Una cultura del machismo, del sometimiento a la mujer, de cosificarla, de mandarl