Diez horas

Miércoles. Inició la veda, a callar. Es momento de reflexión, después de intensas campañas con discursos cargados de promesas. Se les escuchó, ahora nos oirán. El domingo se circunscribe a expresar la poderosa decisión sobre quién conducirá a la patria los próximos seis años. No se volverá a tener este medio de control hasta el 2030. No hay que verlo a la ligera, sin duda alguna, es un acto de meditación profunda, sin retorno. Es la única ocasión para manifestarse con efectos vinculantes. Existen factores que desalientan el sufragar, van desde los climáticos (el insoportable calor) hasta la derrota vaticinada (para qué, si la opción que deseo no ganará) no obstante, no hay otra vía para cambiar o confirmar el régimen de gobierno. No votar es una posición, pero inútil en este sistema porque no hay representación objetiva para los omisos y mientras esto no suceda es fundamental acudir a las urnas. El aparato electoral, como toda obra terrenal, es perfectible. Se ha trabajado en ello por décadas. Generar confia