El decálogo que se necesita

Las familias son las más interesadas en el regreso a clases presenciales. La tensión familiar crece a la par del rezago educativo, el abandono escolar, los problemas de salud física y mental, así como los gastos (o la imposibilidad de hacerlos) en internet, energía eléctrica y dispositivos tecnológicos para acceder a la “escuela en casa” y ni qué decir de la impotencia por la falta de tiempo o conocimientos para guiar a los hijos en su formación académica. Las madres también saben que la vida tiene riesgos, pero nunca a costa de perder la vida y los servidores públicos, saben de la responsabilidad legal y moral que deben tener quienes actúan desde las instituciones, esas que se pagan con nuestros impuestos y que están obligadas a tomar decisiones informadas porque tienen impacto en la vida de millones de personas. Por eso llama la atención que la discusión del regreso seguro a clases se centre en la autenticidad o pertinencia de una carta responsiva para las familias y no en la responsabilidad gubernamental;