El pasado se robó el futuro

Durante décadas, los ciclos político-electorales de muchas naciones se definieron en torno a visiones contrastadas del futuro. Pero en la segunda década del siglo 21, con la amenaza de una amplia recesión democrática global y el reto de una especie de internacional chovinista, el espectro político parece estar siendo definido por la nostalgia. En este nuevo desorden democrático, ésta, vertebrada a través de la política del resentimiento, identidad y el nosotros contra ellos, ha reemplazado al optimismo. De todos los retos que hemos vivido en el año que termina, pocos como el peligro que engendra el alcahueteo de la nostalgia. El liberalismo construyó el mundo moderno, pero hoy el mundo le está sacando los ojos. Las normas que sustentaron la consolidación democrática liberal no están diseñadas para las realidades del sistema internacional contemporáneo. En distintas regiones, el contrato y cohesión sociales que alguna vez cobijaron el consenso político han sido severamente erosionados como resultado del efecto