El populismo y la ciencia

Para un político populista, sea éste de derecha o de izquierda, la razón nunca será bienvenida. Un populista exitoso es por necesidad un megalómano superlativo, por lo que es incapaz de encontrar el justo medio. En cualquier disputa intelectual, sus razones son siempre mejores a las de los otros, por más fundamentadas que sean las de ellos y por más estultas que sean las suyas. Además, los populistas siempre afirmarán que sus creencias son las correctas porque, al final del día, son también las del pueblo. «Por eso yo lo vuelvo a repetir, porque estoy obligado a repetirlo», vociferó Hugo Chávez ante una multitud de venezolanos en enero de 2010, “[...] exijo lealtad absoluta a mi liderazgo, porque yo no soy yo [...], yo soy un pueblo, carajo; no soy un individuo, yo soy un pueblo, y el pueblo se respeta”. Día tras día los serafines populistas luchan denodadamente contra las fuerzas del mal. Si son de derecha, protegen con una espada flamígera a sus seguidores, cuando son nativos y de la raza correcta. Si son d