¡El PRI ha muerto… viva el (nuevo) PRI!

La elección de 2018 no sólo dejó a un presidente muy fuerte sino que barrió con los partidos tradicionales, que quedaron debilitados, divididos, desprestigiados y confrontados entre sí. Ha quedado un fuerte vacío en el lado opositor, y se podrían trastocar muchos de los contrapesos que con dificultad se construyeron en los últimos treinta años. Lo cual abre a Morena y sus partidos satélites (incluido el PVEM, su nueva adquisición, y quizá un PES anticonstitucionalmente revivido), un campo abierto para reconstruir en alguna medida la hegemonía partidista que concluyó en 1997. Ese al menos parece el objetivo de López Obrador. De tal modo que para quienes no se sientan identificados con AMLO, y para quienes en el camino se vayan desencantando, no habrá muchas alternativas hacia dónde dirigir su voto. De hecho eso ocurrió en 2018, pero ahora el panorama opositor es desolador. El PRI, que pudo sobrevivir tras su primera derrota en 2000 —y al que los electores le dieron una nueva oportunidad en 2012— ha quedado tot