El silencio en las cunas

Algo está cambiando en México y en el mundo. No suena ya el bullicio de los niños en los patios o calles como antes, ni se escuchan tantas risas infantiles en los parques. La natalidad ha entrado en caída libre, las cifras lo dicen con frialdad. En México, de tener una tasa de fecundidad de más de 6 hijos por mujer en los años setenta, hoy estamos por debajo de 2. La tendencia no es solo nuestra. Japón, Italia, Corea del Sur o España, por mencionar algunos, registran tasas que ni siquiera garantizan el reemplazo generacional. ¿Qué está ocurriendo? Muchos se apresuran a responder. “Es por comodidad”, “los jóvenes ya no quieren responsabilidades”, “prefieren viajar, estudiar o vivir sin ataduras”. Es un juicio superficial. Basta escuchar a una generación que ha crecido entre crisis económicas, violencia cotidiana y empleos precarios para entender que no se trata simplemente de hedonismo o egoísmo, sino de una percepción de incertidumbre estructural. La psicología ha empezado a explorar esta angustia. Algunos