En el blanco

Hace algunos años, las sentencias de los tribunales no alteraban el sueño de la República. En cambio, lo conmovían las decisiones del Supremo Poder Ejecutivo, secundado por las del Supremo (pero no tanto) Poder Legislativo. Las cosas han cambiado. Ahora los tribunales tienen un vuelo que no tenían y sus decisiones han adquirido una trascendencia que no alcanzaban. Sobre todo, a las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia. A golpes de jurisprudencia, la Suprema Corte se coloca en el mismo plano real de los otros Poderes de la Unión. Ya se tiene tres Poderes. Y entre ellos el Judicial adquiere “peso como contrapeso”, valga la expresión, de los otros órganos con los que el pueblo “ejerce su soberanía” (artículo 41 constitucional). Conviene saberlo y aplicarlo. Esa nueva relevancia de los pronunciamientos de la Corte deriva de su calidad de Tribunal Constitucional y de sus atribuciones —que las tuvo, pero menguadas— para interpretar la Constitución en relecturas cada vez más penetrantes e influyentes. Las a