Fin de las vacaciones

La palabra vacación dejó de tener esa condición de oasis, de páramo de libertad, de ciclo que termina y a otra cosa mariposa desde que nuestros días dejaron de ser escolares. La universidad fue el último remanso en donde pronunciar vacación nos distendía los labios, el diafragma se dilataba y el cuerpo abrazaba el aire esperanzado en lo que estaba por venir. A mí me tocaron los meses vacacionales que compartíamos con el hemisferio sur, tan apropiados para la Ciudad de México y gran parte del país, donde el invierno es de días secos y soleados y la playa muestra su mejor momento. Participé en ese deslizamiento paulatino mes a mes, año con año, hasta que alineamos el verano con el que nos correspondía geográficamente, y diciembre y enero se volvieron julio y agosto, ¿quién puede recordar que las vacaciones alguna vez fueron septiembre y octubre como hace 50 años durante el 68? Vacación era sinónimo de libertad, hasta de aburrimiento, o ya de adolescentes de algún trabajito que permitiera costearse caprichos y