Francisco: un legado de esperanza que pervivirá

El ser humano está siempre en condición de anhelo, en una búsqueda incesante por crecer. El papa Francisco encarnó ese espíritu de constante crecimiento, de apertura al otro y salida al encuentro. Un jesuita hasta la médula, con un corazón en permanente peregrinar. Francisco ejercitó el diálogo como pocos. Su palabra, lejos de imponer o confrontar, era “desarmante”, como ha dicho Gianni Valente. En su hablar y escuchar, comprendió que las grandes revelaciones espirituales solo cobran sentido cuando se comparten, cuando se inscriben en una comunidad. Sabía con quién hablar y, sobre todo, de qué hablar. No se perdió en disputas estériles ni en laberintos argumentativos ajenos a la vida real; en cambio, regresó a la sencillez radical del Evangelio: amar, servir y caminar junto a las y los demás. Fue un hombre profundamente atento a los debates de su tiempo. No le eran ajenos los dilemas éticos de la tecnología, los derechos humanos o el futuro del planeta. Hizo del cuidado de la Casa Común una prioridad de su p