Frente a las urnas y frente al espejo

La realidad, nos enseñan autores como Edgar Morin, es compleja. Esto significa que esa realidad no está compuesta por una, sino por múltiples dimensiones y niveles. Múltiples historias, podríamos decir, que se encuentran entretejidas y coexisten. Los seres humanos tenemos también, cada uno, nuestra propia historia. Somos, dice Morin, seres bio-psico-sociales y, por tanto, nuestra observación de esas variadas dimensiones está sujeta a nuestras muy peculiares circunstancias. Somos producto del país, de la ciudad, del barrio donde nacimos, de la familia que nos engendra, de la comunidad que nos acoge, de la sociedad con la que interactuamos, del lenguaje que aprendemos, de los relatos que escuchamos de maestros, líderes, escritores, poetas, artistas. Asimismo, tenemos nuestras propias formas de leer y reaccionar ante esas narrativas, las abrazamos, las realimentamos, o las confrontamos y buscamos transformarlas, y eso, a su vez, nos va formando. Todo ello sin descontar las emociones e incluso las reacciones biol