Jamila Afghani ignora amenazas

Jamila Afghani sabe que la amenaza que pesa sobre su vida es más ancha que las espaldas de dos oficiales de seguridad del gobierno, quienes le acompañan a diario para protegerla en su determinación de abrir espacio para la educación de las mujeres en Afganistán, contrariando tradiciones arraigadas. “Estamos poniendo nuestra vida en riesgo por el bien de otros”, admitió la señora de voz baja y dulce, quien habla de sus experiencias en tercera persona del plural, como si incluyera en ella a todo el equipo que apoya su trabajo. “Ya me han dicho que pondrán una bomba en mi coche, que me pegarán 70 balazos en la cabeza. Me envían cartas, llaman a mi casa, a veces me siguen. Muchos tipos de amenaza. Me dicen que pare mi trabajo a través de diversos canales”, dijo desde Ereván (Armenia), donde participó en los Diálogos Aurora sobre el trabajo humanitario. Trabajar contra el status quo en Afganistán “no es fácil, porque las personas están acostumbradas con las tradiciones, y desafiarlas es peligroso”, explicó la muje