Justicia para Camila

Camila será un nombre más para recordar, para repetir, para gritar, para no olvidar. Camila es el nombre que perteneció a una niña que solo vivió ocho años. Su vida fue truncada en plena Semana Santa. La noticia inundó los medios. La indignación se apoderó de todas las conciencias. Todavía es prematuro reconstruir lo sucedido durante su secuestro y posterior feminicidio. Todo indica que Camila fue, con engaños, llevada al lugar a donde fue secuestrada con la ilusión de disfrutar con una amiga de un día en la alberca. Nunca regresó. Lo que pasó desde que salió de su casa hasta que fue hallada en la carretera Taxco-Cuernavaca queda, por ahora para el observador externo, en pura especulación. Lo que siguió después fue que, una multitud enardecida, en vez de dar cuenta a las autoridades cuando tuvieron noticia del paradero de los presuntos responsables, fue al lugar en el que se encontraban, los sacaron de ahí y decidieron hacerse justicia por propia mano. Esa que está prohibida porque aún en medio de la más ext