La agenda que viene

El uso político del combate a la corrupción ha dejado al concepto despojado de su contenido. El grito de guerra que debía orientar propuestas para el siguiente sexenio está por ahora reducido a un inútil cajón de sastre en donde igual cabe una descalificación que una comisión para investigar a un ex Presidente de la República. Los casos pendientes por corrupción corporativa como el de Odebrecht y OHL se suman a los expedientes abiertos por corrupción política con cuatro ex gobernadores detenidos y dos considerados prófugos de la justicia. Pasará la elección y muy probablemente habrá nuevos escándalos y renovadas indignaciones. El nuevo gobierno, cualquiera que sea su color y conformación, estará orillado a decidir entre la simulación —a costa de su legitimidad— o la acción con el riesgo de evitar el apoyo ciego que otorga la complacencia. Su temple será medido a partir del alcance de sus propuestas. Cuatro ejes pueden marcar la diferencia entre más de lo mismo y cambios de largo aliento. En primer lugar se tr