La hoguera del crimen trasnacional

Por los trillos terrestres, fluviales y marítimos de Guatemala a México ya se contrabandeó con seres humanos para explotación laboral, sexual, migrante y adopción ilegal; sicarios, cocaína, heroína, amapola, fentanilo, metanfetamina y otras drogas sintéticas; precursores químicos, maderas preciosas, animales protegidos, bienes arqueológicos y, a veces, hasta papel higiénico y cervezas. Por los de México a Guatemala ya se traficó con armas de fuego, municiones, gasolina y otros derivados del petróleo, dinero en efectivo, vehículos robados en Estados Unidos y, a veces, hasta jabón y tequila. Todo operó con un nexo común: el involucramiento de caciques políticos mexicanos y guatemaltecos con el crimen organizado transnacional que, en una mezcla de corrupción con fuerzas de seguridad de ambos países que surgió hace más de 50 años, acaparó dominio de los 965 kilómetros de longitud de la porosa frontera entre México y Guatemala. En un cruce de ataques políticos y diplomáticos, Guatemala acusó en la década de 1980 a