La lucha de la que todos roban

Todos sospechaban que el presidente Trump iniciaría una guerra, pero la pensaban sangrienta, como todas las guerras. La pensaban calamitosa y llena de balas. Pero no fue así. La guerra que inició no tiene fusiles ni granadas; no mueve portaaviones ni buques bélicos. Eso sí, tiene un teléfono móvil y el poder de modificar las reglas del mercado más grande e importante del mundo. ¿Es por ello su guerra menos bélica que una guerra con sangre?, ¿resulta menos lesiva que una guerra con soldados y tanques? Toda guerra, que trae daños y sufrimientos, es injusta desde que germina como idea. No hay razones que justifiquen su existencia, aunque sí circunstancias que expliquen sus orígenes y causas: unas más tontas que otras. Nunca antes se ha derramado tanta tinta por alguien que no es más que un enemigo de la razón. Lo cierto es que el presidente Trump no es un tirano en el sentido que históricamente le hemos atribuido al término, ni tampoco es un malvado de esos fríos y calculadores, como los que vemos en las películ