México cambia y permanece

Hoy comienza el periodo de intercampañas, el paréntesis entre las precampañas y las campañas previsto en nuestra peculiar legislación electoral. Los contendientes usarán esta pausa para organizarse, para bajarse de la vorágine del debate coyuntural, sacudirse el yugo de lo táctico y dedicar tiempo a la planeación estratégica. Los ciudadanos atentos al campo de batalla tendrán más tiempo para voltear a otro lado, y descansarán aquellos que ven la refriega de soslayo y porque no pueden evitarla. Cambiemos el tema, pues. Hablemos de las dos conmemoraciones cívicas de este mes, la que ya pasó —el día de la Constitución— y la que viene —el de la Bandera—, y a la importancia de que los símbolos sean lo que a mi juicio deben ser. Y es que lo simbólico, sobre todo en momentos de reconcomio, ha de ser fuente de sosiego, algo que nos recuerde que, por encima de turbulencias políticas y de la incertidumbre de las elecciones, México no se detiene, pero permanece. Ha ocurrido con el aniversario del 5 de febrero: hemos c