Piden parar nave industrial en El Magueyal

Entre las montañas y valles de Atlacomulco, Estado de México, existe un bosque que no solo es refugio de árboles centenarios y fauna silvestre, sino el corazón de seis comunidades que dependen de él para sobrevivir. El Magueyal, con sus 300 hectáreas de extensión, es un santuario donde el agua fluye directamente desde la tierra, cristalina y libre de cualquier intervención humana y ha sido resguardada generación tras generación. Aquí, entre los pinos, encinos y oyameles el agua brota de manantiales y cascadas e, incluso, de la misma tierra, serpentea entre rocas y raíces hasta llenar los canales que riegan cultivos y abastecen a cientos de familias. Los pobladores beben de la tierra con confianza absoluta, llenan garrafones directamente de los ojos de agua y sumergen sus manos en los manantiales, como si fueran fuentes sagradas. “El agua aquí nunca nos ha fallado, es hermoso ver cómo brota, limpia y cristalina”, dice una de las personas mayores de la comunidad, quienes han transmitido por generaciones el resp