Presagio de tormenta

Crecimos con la ilusa expectativa de ser copropietarios de la empresa de todos los mexicanos, Pemex, la empresa soberana más relevante del país, símbolo del desarrollo económico que en su lopezportillesco momento nos colocó en la antesala del primer mundo, prestos a administrar la abundancia. México, país eminentemente exportador de petróleo, salía beneficiado con cada alza internacional del hidrocarburo. Ahora cada elevación global del combustible nos sigue afectando, pero en sentido inverso. Ripley no lo creería, hemos llegado a ser importadores de crudo y principalmente de gasolinas, diésel y turbosina. Pemex a través de sucesivos sexenios prácticamente fue saqueado, tanto por funcionarios y sindicato como por proveedores y contratistas, incluso por la hacienda pública que llegó a servirse con el 58% de las ventas anuales de la paraestatal. El gobierno de la 4T en su firme obsesión de rescatar y rehabilitar al agónico Pemex, invirtió 5 mil millones de dólares en 2019 y aun así la empresa en dicho año apena