Presencia que importa: la responsabilidad de decidir

La vida pública, como la personal, exige estar. No siempre en las mejores condiciones, no siempre con certezas, pero sí con presencia. Porque cuando uno se retira, deja que otras personas -a veces las menos indicadas- ocupen su lugar. La inminente elección derivada de la reforma judicial coloca en esa disyuntiva: participar o retirarse. Votar o ausentarse. Ante este momento decisivo, algunas voces llaman a no acudir a las urnas. Invitan a no involucrarse, como si la indiferencia o el desacuerdo se resolvieran con distancia. Pero la democracia no funciona como una ruptura emocional. No basta con retirarse de la escena. Como en la vida familiar, la ausencia no corrige lo que incomoda; solo abandona lo que importa. La reforma judicial ha entrado en la Constitución. Ya no es un plan en borrador. Es norma vigente. Y eso impone una responsabilidad: no para aplaudirla ciegamente, sino para influir, con el voto, en lo que sigue. Votar no es claudicar. Es intervenir. Es estar, incluso si el escenario es difícil. Ahora