Realismo sin alarmismo

El aumento de las tasas de vacunación estuvo siempre emparejado con el incremento de la esperanza de que finalmente se pudiera regresar a la normalidad, al estilo de vida prepandemia: los restaurantes volvieron a llenarse, las reuniones familiares y sociales otra vez fueron regulares, los viajes se reanudaron, el distanciamiento se comenzó a relajar, las calles lucían nuevamente llenas, y niñas, niños y jóvenes regresaron a las aulas. Pero este atisbo de normalidad probó ser muy frágil cuando, a finales de noviembre del año pasado, en Sudáfrica, un país con bajas tasas de vacunación, se descubrió la nueva variante de la covid-19, que fue denominada ómicron y destacaba por su rápido contagio. Tan sólo un mes después, ya era la dominante en países de todo el mundo, por lo que ha sido considerada como el virus con la propagación más rápida de la historia. En Estados Unidos, un país con alta tasa de vacunación, el número de contagios diarios ha ascendido a un millón de personas, la cifra más alta durante toda la