Si desaparecen las abejas también lo haremos nosotros

El zumbido es constante. Casi ensordecedor. Pero aquí, entre árboles altos y tierra húmeda, suena como música viva. Enfundada en un traje blanco que recuerda al de los astronautas, con guantes gruesos y una red que protege el rostro, Elizabeth Basilio abre con cuidado una caja de madera. Adentro, cientos de abejas exploran un panal en forma de hexágono perfecto. Apenas perturbadas por el humo que adormece su vuelo, estas diminutas pacientes están por comenzar una nueva etapa. Basilio y su equipo, tres médicas veterinarias especialistas en abejas, caminan entre más de 50 colonias distribuidas en un terreno de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corenadr). Ahí, en lo que llaman el “apiario de rehabilitación y cuarentena”, se ubica el único Hospital de Abejas de la Ciudad de México. Un espacio donde enjambres urbanos rescatados tienen una segunda oportunidad. “Cuando una colonia llega, le damos alimento, tratamiento contra enfermedades y si es necesario, cambiamos a la reina por una europea par