Telar de cintura, una tradición prehispánica

En los nueve meses que tarda una tejedora en elaborar una prenda, ve las hojas que caen en el otoño, cómo se secan los árboles en invierno y baja la temperatura; disfruta de las mariposas y las flores de primavera y de los paisajes multicolores: verdes, azules y rosas plasmados en sus huipiles que forman pasando hilos miles de veces. Al municipio de la Costa Chica de Guerrero lo caracterizan sus mujeres tejedoras con telar de cintura, que a veces invierten el mismo tiempo en hacer un huipil o una blusa, que en tener un bebé: nueve meses de trabajo, que significan, cuando son muy bien remunerados, 9 mil pesos; aunque el precio es lo de menos porque ello significa también su identidad cultural. En el patio de Angélica del Rosario Gómez, una mujer amuzga de 50 años, que lleva 35 tejiendo en telar, hay árboles pequeños de limón, café y parotas para sembrar, unas margaritas silvestres y un árbol que divide su cocina de las sillas dispuestas para sus nietas: Ayleen, de 4 años, y Evelyn, de 6, en las que les enseña