Trump: racismo y populismo

Como Estados Unidos pretendió ser distinto a las monarquías europeas, en las que privaba la división de clase, raza y religión, en la Declaración de Independencia de 1776 se precisó “que todos los hombres son creados iguales.” Empero, se mantuvo la odiosa institución colonial de la esclavitud, y se despojó y masacró a los indios nativos. Contradictoriamente, en la naciente democracia prevaleció la torcida idea de la Europa imperialista sobre la superioridad del hombre blanco. El racismo se arraigó con fuerza, ya que incluso nuevos migrantes blancos fueron considerados inferiores, como irlandeses, italianos, centro europeo y en ciertos periodos a los alemanes. La religión formó parte de la discriminación: los protestantes menospreciaron a católicos, judíos y musulmanes. Se sostuvo que la nación era un “melting pot” que asimilaba armoniosamente diferentes razas y culturas, pero la profusa mezcla de sangres no impidió surgieran ficticios estereotipos racistas destinados a afianzar el predominio de un grupo soci