Violencia vicaria

Brenda Núñez Reyes fue violada por su exmarido durante el matrimonio e incluso ya divorciados en 2022. Lo denunció hace un año. No fue un hecho aislado: fue la continuidad de una violencia que no cesó con la separación, sino que se transformó en otra más sofisticada, más fría, más institucional: la violencia vicaria. Brenda es abogada y psicóloga. Trabaja, cuida y cría a sus hijos Ángel y Naty. En 2022 decidió divorciarse. Creyó que con eso terminarían los abusos, que al poner distancia terminaría el daño. Pero su agresor encontró en el sistema de justicia un campo fértil para seguir ejerciendo control. Desde entonces ha enfrentado una persecución legal que busca despojarla de sus hijos y quebrarla como madre y mujer. La violencia vicaria —nombrada así recientemente— es una forma de agresión que utiliza a los hijos como herramientas para infligir dolor. Se disfraza de preocupación paterna y se formaliza con denuncias y oficios. En realidad, es otra forma de castigo. Otro intento por someter. En febrero pas