Y ahora, fideicomicidio

A falta de ilustración, ocurrencias: no tenemos despotismo ilustrado, sino ocurrente. En las recientes hazañas del poder vernáculo figura el fideicomicidio. Se arroja más prole al escenario de los problemas. La amenaza estaba en el aire. En algún momento pareció alejarse, como la tormenta que cambia de rumbo. Sin embargo, hubo quien tronó los dedos y quienes atendieron el chasquido con un movimiento reflejo.  El fideicomiso es una figura jurídica que sirve a objetivos legítimos, con cierta autonomía y razonable dotación de recursos, sujetos a escrutinio. Como otros instrumentos, opera bien en manos competentes y honorables. Si no, pues no. Entonces hay que cambiar de manos, no de instrumento. En días pasados —¡ay, el "pasado maldito" colmado de culpas!— quedaron en vilo numerosos fideicomisos públicos destinados a tareas relevantes en áreas primordiales: ciencia, arte, salud, cultura, migración, deportes, asistencia social. Los recursos de aquéllos provienen de fuentes públicas, y en ocasiones también de apor