El fuego los dejó sin nada

La mujer intenta sostenerse de la única pieza de madera que quedó en pie, calcinada. Todo lo demás fue reducido a cenizas; su mano se mancha de tizne, se acuerda de que no es confiable apoyarse en ese poste; pero sí puede confiar en la ayuda de sus semejantes y el apoyo ya comenzó a fluir, de a poco, pero gota a gota el cántaro puede llenarse. Juana Inés Macías Balcázar mira a su alrededor, puro escombro, restos de ropa, muebles, documentos, todo quemado. Todo negro, como el futuro incierto para la familia entera. Hasta el piso de cemento se acabó. El fuego fue implacable. “Quise meterme, pero no me dejaron mis vecinas”, cuenta Juana Inés. Es que las lenguas de fuego devoraban lo que con tanto esfuerzo habían conseguido en años, dice. Juana y su esposo Romeo Abarca Corona, así como su pequeña Belem Abigail y el menor Leonardo, de 11 y seis años de edad respectivamente, no estaban en casa pues habían ido a donar sangre. Aunque pobres, siempre buscan cómo ayudar a otros menos favorecidos que ellos. Y fue en