Triunos discapacitados

El joven se mece parsimoniosamente en su silla de ruedas. Lo hace casi automáticamente. Su madre, a su lado, cuida de él. Su hermano, sentado sobre el suelo a tres metros de distancia sonríe emocionado mientras abraza el cobertor recién recibido. Un tercer miembro de la familia duerme… sueña con un futuro mejor. Los tres son discapacitados. La pobreza y marginación los ha golpeado por décadas. Y ahora claman por un poco de ayuda. La casita sin puertas se encuentra al fondo de la comunidad Gabriel Esquinca, municipio de San Fernando. Aunque la calle es pavimentada ningún auto pasa por allí. Luz del Carmen Pérez Hernández, de 60 años de edad, es tan pobre que no tiene ni para pagar un mototaxi. Tampoco tiene para una puerta. No la necesitan: Nadie entraría a robar al paupérrimo hogar. Luz camina varios kilómetros como desde hace 46 años cuando ella y su esposo llegaron a ese lugar. Mientras Luz del Carmen observa las mazorcas de maíz sobre el frío suelo, dice que su esposo no percibe un salario. Es campesino y