La presencia de Chiapas en la Academia Mexicana de la Lengua

La pasión por la palabra oral y escrita me fue heredada por mi padre Mario Aguilar Penagos, Premio Chiapas en Ciencias, y como lingüista publiqué el libro Prontuario de la lengua Chiapaneca (CNCA, 2012), entre otros libros y artículos.

Mi reciente libro Chiapas en la Academia Mexicana de la Lengua (Unach, 2016), será presentando en el marco de la Quinta Feria Internacional del Libro de Chiapas, en la Sala de Rectores de la Librería del Fondo de Cultura Económica, el viernes 28 de octubre a las 12 horas.

Asimismo será dado a conocer en la importante Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el 1 de diciembre a las 18 horas.

Este libro fue editado y publicado por la Dirección General de Extensión Universitaria de la Universidad Autónoma de Chiapas, coordinado por el maestro Víctor Rumaya Farrera, y está constituido por un estudio introductorio que muestra un marco histórico centrado en la presencia de los chiapanecos en la Academia de Lengua.

Los orígenes de la Academia Mexicana de la Lengua se remontan a la virtual estabilidad social que sobrevino consumada la época independentista de principios del siglo decimonónico. La voluntad de emanciparse y el ánimo de forjar una nación lejos del cobijo español, llevó al país a una serie de transformaciones que encontraron su máxima expresión en el periodo gubernamental de Benito Juárez y la series de reformas impelidas por él.

Durante los años que van de 1865 a 1870, aparecieron instituciones que se dedicaron al estudio de la literatura y la filología como la Academia Imperial (1865) y la Academia Nacional de Ciencias y Literatura (1870), instituciones que no lograron un alto desarrollo debido a la inestabilidad política y enfrentamientos ideológicos de la época que terminaron por restringir los objetivos de preservar la pureza de la lengua española.

No es sino hasta 1875, durante el mes de septiembre que se inaugura formalmente las actividades de la Academia Mexicana de la Lengua, la búsqueda de un domicilio oficial (7 de agosto de 1956) gestionado por Alejandro Quijano e inaugurado por José Ángel Ceniceros durante la gubernatura de Adolfo Ruiz Cortines en 1957, vendrán más tarde.

La primera sesión del año de 1875, estuvieron integradas bajo la dirección de José María de Bassoco nacido en Madrid, España, quien fuera su incansable fundador entre otros intelectuales mexicanos como José Fernando Ramírez, Francisco Pimentel, José María Roa Bárcena, Manuel Orozco y Berra, Rafael Ángel de la Peña, entre otras distinguidas personalidades. Dentro de esa planilla fundadora, sobresale también Manuel Larráinzar: abogado, historiador, político y diplomático nacido en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.

Larráinzar será el primer chiapaneco ligado a la Academia Mexicana de la Lengua dentro del centralismo cultural de aquellos años; su participación se reduce, sin embargo, a las gestiones y primeros orígenes de la Academia, invisibles y anteriores a la época fundacional del setenta.

No será sino hasta 1908, bien entrada la década del siglo XX, cuando Emilio Rabasa ocupe la Silla I como miembro numerario, cargo que no dejará sino hasta su muerte ocurrida en el año de 1930. Veinticinco años más tarde, en 1955, Alberto Marín Barreiro ingresará a la Academia hasta abandonar su cargo en 1973, dos años antes de su muerte: sin embargo, Marín Barreiro no accede como miembro numerario sino como miembro correspondiente, este cargo se distingue por la incidencia menor en comparación a los miembros numerarios quienes asisten y discuten en sus reuniones y asambleas tanto temas lingüísticos como procesos editoriales que deben remitir en aras de una formación intelectual y preservación lingüística del español en el país.

Marín Barreiro será el primer miembro correspondiente de Chiapas, cargo asignado por el mérito de pertenecer a la Junta Directiva del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas y fungir como su presidente. La corresponsalía en Chiapas lo ocuparan años más tarde Enoch Cancino Casahonda en 1973 y Eraclio Zepeda en el 2011.

Vicente Quirarte y Eraclio Zepeda, al referirse a Chiapas como un espacio con tendencia al desdén centralista; Chiapas sigue siendo un estado centroamericano, y que a más de un centenar de años, no puede incorporarse con totalidad a la idiosincrasia mexicana. Zepeda sugiere esa idea, al introducir el uso del voceo –nostalgia chiapaneca por pertenecer a la capitanía de Guatemala en tiempos de la conquista– y cuyo uso se ha querido sepultar bajo las autoridades centralistas en diversas etapas de la historia.

Lo que reafirma Quirarte en su discurso, es la labor de la Rial Academia de la Lengua Frailescana, quienes en sus propias palabras enriquecen la lengua en que nos comunicamos y nunca la empobrecen. Este cometido a simple vista se vería como un atentado ante las actividades que la Academia Mexicana de la Lengua mantiene, al querer preservar la pureza de la lengua. Para Zepeda, la lengua castellana es proteica y multiforme, característica devenida de los más de quinientos años de evolución en diferentes etapas álgidas de México.

Habría que preguntarse qué realmente sintieron los académicos numerarios y el presidente de la Academia Mexicana de la Lengua al escuchar tales aseveraciones. Recientemente en el periódico El universal del 20 de abril de 2016, se leyó la noticia de los impulsos que la Academia Mexicana de la Lengua busca en su afán de reconocer el español como lengua oficial a través de un decreto emitido por el actual presidente mexicano. Jaime Labastida, presidente de la Real Academia Mexicana, ha problematizado el tema, al explicar que puede existir una reacción de parte de la población mexicana al creer que con tal decreto se aplastarán la existencia de las lenguas indígenas. El mismo Labastida ejemplifica que en diferentes países fuera de América, han decretado en su Carta Magna un idioma oficial respetando los otros idiomas autónomos o indígenas que entran muchas veces como patrimonio cultural de la nación.

En el caso de Chiapas existen algunos sectores en donde aún se hablan idiomas como el zoque, el tzeltal y el tzotzil. En mi caso, sostengo una tesis fundamental: en la psique del chiapaneco, aún conquistado ideológicamente por el español, en términos lingüísticos, muchos de los pueblos originarios siguen pensando en su lengua materna, de allí la dificultad de algunas personas en la utilización de artículos o pronombres personales. En muchos individuos, pertenecientes a diferentes culturas originarias, pese a que desconocen la articulación primaria de la lengua madre, siguen atravesados por un constructo cultural que aún no los abandona.