La Tierra ha sido saqueada por el ser humano, en nombre del progreso y el falso desarrollo. La Revolución Industrial no se preocupó por la preservación del medio ambiente y los equilibrios naturales, todo lo contrario, hubo depredaciones de bosques, mares, ríos, esteros y contaminación de gases de efecto invernadero; la víctima fue la tierra convertida en un basurero.

La población del país en 1950 tenía 25 millones de habitantes, para el año 2000 se cuadruplicó la población al llegar a casi 100 millones de habitantes pasando de ser 57 % rural a predominantemente urbana 75 % con migración intensa del campo a grandes ciudades, metrópolis y ciudades intermedias, el desarrollo económico ha sido mayor en el centro, noroeste y noreste del país, precisamente en zonas con problemas más severos por la escasez de agua donde la oferta per cápita del líquido ha disminuido peligrosamente (Banco Mundial).

La alteración de la capa de ozono provocó la precipitación de lluvias ácidas, poniendo en peligro irresponsablemente la existencia de generaciones venideras y el porvenir de la Tierra. La explosión demográfica de países del sur (población actual es de más de ocho mil millones y la proyección al 2050 será de nueve mil 700 millones) impactará sobre los recursos naturales, muy especialmente el más escaso, el agua.

La superficie terrestre está constituida por el 70 % de agua igual que el cuerpo humano, pero solamente 2 % es dulce, apta para el consumo humano. El agua se ha convertido en una mercancía, mejor negocio que el petróleo, el panorama global y nacional es preocupante frente a una probable crisis de seguridad internacional y nacional por la escasez de agua.

México no es ajeno al análisis anterior, debido a que se encuentra bajo el impacto del consumo creciente de una población que actualmente tiene 129 millones, dentro de 27 años se proyecta 150 millones de habitantes. El valor del agua no solamente es económico sino de gran valor e importancia social y ambiental. De tomar medidas de planeación para evitar un escenario catastrófico de sequías o inundaciones en el presente y futuro deberán tomarse en consideración de factores de la dinámica de población y el cambiante medio ambiente, estableciendo un buen manejo y administración de nuestras cuencas hidrológicas y una educación responsable del consumo pensando en las generaciones futuras.

La superficie nacional está constituida por casi dos millones de kilómetros cuadrados y 11 mil kilómetros de costas. Existe un contraste entre zonas de abundancia y escasez de agua.

La disponibilidad del agua en el país se presenta en la forma desigual más de la mitad del territorio nacional localizado al norte y centro recibe solamente una tercera parte de la precipitación pluvial, pero concentra dos terceras partes de la población nacional, donde se genera del 80 % de nuestra riqueza, el 70 % de la precipitación pluvial y aguas superficiales se genera en el sureste del país donde habita el 23 % de la población.

El sector agrícola se erige como el mayor consumidor de agua y adolece de una planeación y modernización tecnológica que evite el desperdicio y la evaporación; actualmente el 76 % del agua se utiliza en la agricultura; 14 %, en el abastecimiento público; 5 %, en las termoeléctricas y 5 %, en la industria (Inegi).

Los retos del abastecimiento de agua en el futuro hacen necesario no desviar el rumbo y seguir los objetivos del programa del desarrollo sostenible de la ONU, estrella polar para contrarrestar una pandemia por la escasez de agua.