Se hablaba en clase del amor. Dice Pepito: “La primera vez que mi mamá vio a mi papá se enamoró perdidamente de él”. “¡Ay, qué hermoso! -se emociona la maestra-. Y seguramente sigue enamorada”. “Quién sabe -responde Pepito-. Nada más esa vez lo vio”... Himenia Camafría madura señorita soltera demandó a un hotel por crueldad mental. Le dieron un cuarto entre las dos suites nupciales del hotel ... Le llegó el día a la muchacha de ir a la maternidad. Para asombro de todos dio a luz un sapito. Le dice su mamá. “¿Lo vez? Te dije que no era un príncipe»... En la reunión de amigos todos se quejaban del ligerísimo sueño que tenían sus respectivas cónyuges: cuando ellos llegaban tarde a casa, por más que se esforzaban en no hacer ruido despertaban las señoras, y se les armaba la gorda. Dice uno de ellos: “Los compadezco, amigos. Lo que es mi esposa tiene un sueño pesadísimo. El otro día fui de farra. Le dije que me iba a quedar a trabajar en la oficina, y que llegaría a las 3 de la mañana. La parranda acabó antes, de modo que llegué a la una. Entré de puntillas para no despertarla. Apenas iba a subir por la escalera cuando bajó corriendo un tipo y salió dando un portazo. ¡Y a ninguno de los dos mi señora nos oyó!”... Don Geroncio, señor de edad madura, iba en su coche con Rosibel, muchacha pizpireta. En un apartado paraje el coche se detuvo. “Lástima -suspira don Geroncio-. Se me acabó el combustible”. Y se cruza de brazos. Quince minutos después le pregunta Rosibel: “¿Por qué no hace algo, don Geroncio”. “Te lo dije antes -vuelve a suspirar don Geroncio-. Ya se me acabó el combustible”... Al regreso de su luna de miel la recién casada les dice muy desilusionada a sus amigas: «Era cierto lo que decía la mamá de Candidio. Tiene cosas de niño”... Doña Jodoncia enfermó de un mal de mujer. Don Martiriano, su marido, llamó al médico. Entró el doctor en el cuarto de la paciente. Sale a poco y dice a don Martiriano: “¿Tiene unas pinzas?”. Don Martiriano se las trae. Poco después sale otra vez el médico. “¿Tiene un desarmador?”. Don Martiriano, inquieto, va por él. Al rato aparece otra vez el galeno. “¿Tiene un martillo?». “¡Doctor! -exclama don Martiriano sin poder contenerse ya-. ¿Qué le está haciendo a mi esposa?”. “Nada -responde el médico-. No puedo abrir mi maletín”... Era de madrugada. Jinete en su veloz caballo, Paul Revere iba de casa en casa anunciado a los patriotas norteamericanos que los ingleses llegaban a combatirlos. Llamaba en cada puerta. Por la ventana del segundo piso asomaban las mujeres. “¿Está en casa tu marido?” -preguntaba ansiosamente Paul Revere-. “Sí” -respondía la mujer-. “Dile que vienen los ingleses”. Y así de casa en casa. Llegó por fin a la última. “¿Está tu marido?” -pregunta-. “No” -contesta la mujer-. Y dice entonces Paul Revere bajando del caballo y metiéndose en la casa: “Que se vayan a la tiznada los ingleses”... Un señor felicitaba a otro. “Qué bonito traje llevas -le decía-. El casimir ¿es de lana virgen?”. Responde el otro: “Yo creo que sí, porque cada rato las piernas se me cruzan y se me cierran solas”... “Estoy tomando clases de pintura -dice una señora a sus amigas-. Pinté a mi marido en la recámara”. “¿Eso quiere decir que estás practicando el retrato?” -pregunta una de las amigas-. “No, -responde la señora-. La naturaleza muerta”... A un candidato a diputado que perdió la elección le preguntaba un amigo: “¿Y no te dolió la derrota?”. “Claro que no -responde el político-. La noche de la elección dormí como un bebé». “¿Ah, sí?” -pregunta admirado el amigo-. “Sí, -dice el perdidoso-. Me despertaba llorando cada tres horas”... El karateca llegó a su casa y sorprendió a su mujer en apretado trance de erotismo con un desconocido. Adopta el karateca la posición de combate y grita amenazante: “¡Yaaaaaa!”. “Ya casi, señor” -se disculpa el individuo... FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE

HISTORIAS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO

El Señor hizo a los cocuyos.

Les puso una lucecita que se encendía en medio de la noche. Las cocuyitas, enamoradas de la pequeña luz que las llamaba, iba hacia ella y así se realizaba el eterno prodigio del amor.

Todo fue bien durante mucho tiempo: los cocuyitos encendían su luz y las cocuyitas respondían al llamado.

Un día, sin embargo, el Señor encontró a todos los cocuyos tristes y apesadumbrados. Tenían encendida su amorosa luz, pero ninguna hembrita llegaba a ellos.

-¿Qué sucede? -preguntó el Creador-. ¿Por qué los veo tan solos? ¿En dónde están las cocuyitas?

Y respondieron los cocuyos con voz que era al mismo tiempo de enojo y de congoja:

-Los hombres construyeron un faro. Cuando lo encendieron todas las cocuyas nos dejaron.

Manganitas

Por AFA

“...No producimos suficientes alimentos…”.

Si para comer la gente

hay que importar su ración,

¿cómo puede esta nación

decir que es independiente?