“¡Hazme el amor! ¡Pronto!”. Esa insólita petición le hizo la esposa a su marido. Insólita, digo, porque en primer lugar la señora no era dada a la celebración del acto conyugal. Siempre hallaba motivos para rehuirlo: le dolía la cabeza, o estaba muy cansada, o era el día de San Félix, 20 de noviembre, aniversario también de la Revolución, y no quería profanar la fecha. Desusada igualmente aquella súbita demanda porque la pareja no se encontraba en la recámara, sino en la cocina. Ciertamente unos recién casados llevan a cabo la amorosa unión en todos los sitios del departamento o casa: bajo la ducha; sobre el sofá grande de la sala; en la mesa del antecomedor; incluso en la alcoba. Estos esposos, sin embargo, llevaban 15 años de casados (bodas de cristal), de modo que el fuego de la pasión ya no ardía con la intensidad de los primeros tiempos. Así, el marido se sorprendió bastante cuando su mujer le pidió en la cocina que le hiciera el amor, y rápido. Le preguntó, intrigado: “¿Por qué me pides eso?”. Explicó ella: “Es que la receta del platillo que estoy preparando dice que el aceite se debe calentar durante 10 segundos. No tengo reloj, pero eso es exactamente lo que duras en el acto”. Doña Jodoncia terminó de leer el libro “Ama a tu prójimo”, del cardenal Gattorio, y en ese preciso instante sonó el teléfono. Quien llamaba era don Martiriano, su abnegado cónyuge. Le dijo con voz tímida a su fiera consorte: “Voy a llegar un poco tarde, cielo, porque mis compañeros de oficina me invitaron a tomar una cerveza”. Motivada por la lectura de aquel piadoso libro contestó doña Jodoncia: “No hay problema, mi amor. Llega a la hora que quieras. Yo te estaré esperando para darte de cenar”. Tras una pausa se oyó decir a don Martiriano: “Perdón. Número equivocado”. En vehemente arrebato de emoción el galán le dijo a su dulcinea, con quien en ese momento gozaba el consabido goce en la habitación 210 del popular Motel Kamawa: “¡Antes de conocerte mi vida era un desierto! ¡Desde que te conozco es un oasis!”. “Ya veo -replicó ella-. Ahora entiendo por qué pujas como camello”. (Nota. Y de la Bactriana, cuyos pujidos son más fuertes que los del dromedario común). El abogado defensor de la voluptuosa rubia se dirigió a los señores del jurado: “¿Condenarán ustedes a esta pobre chica que vive sola en su acogedor departamento, cuya dirección seguramente retendrán ustedes sin necesidad de anotarla, el número 6 del edificio situado en la calle Sexta número 600, y cuyo teléfono, también fácil de memorizar, es el 111-222-333?”. En horas de la madrugada doña Macalota recibió a su esposo, don Chinguetas, con una infausta nueva: “A medianoche un hombre entró en mi cuarto y se metió en mi cama. En la oscuridad pensé que eras tú, pero cuando asegundó supe que no eras tú”. Un citadino, cansado de la vida urbana, consiguió un trabajo de guardabosque en un lejano monte. A la semana de estar en aquel solitario paraje lo visitó el guardabosque vecino, un hombretón de estatura procerosa y músculos de toro. Le dijo el visitante: “Te invito a una fiesta en mi cabaña el sábado en la noche”. “Iré con mucho gusto” -contestó el recién llegado. “Debo advertirte -le indicó el sujeto- que habrá consumo excesivo de alcohol”. “No importa -respondió el otro-. Aguanto bien el vino y los licores”. “También -siguió el invitador- habrá sexo”. “No me preocupa -afirmó el de la ciudad-. Soy de criterio amplio”. “Y muy posiblemente -prosiguió el que lo invitaba- habrá algún acto de violencia”. “Estoy acostumbrado a los pleitos -dijo el otro-. ¿Quiénes irán a la reunión?”. Con ominoso tono respondió el hombrón: “Nada más tú y yo”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE

HISTORIAS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO

El colibrí le preguntó al Señor:

-¿Por qué me hiciste tan pequeño?

El elefante le preguntó al Señor:

-¿Por qué me hiciste tan grande?

El hombre le preguntó al Señor:

-¿Por qué me hiciste al mismo tiempo tan grande y tan pequeño?

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA

“.Xóchitl Gálvez posee características que no tiene Claudia Sheinbaum.”.

Diré en modo singular

que en esa opinión coincido.

(Por principio, un apellido

más fácil de pronunciar).