Los opioides de Andrés

Echeverrianos muy bivos

Sábado 18 de marzo de 2022: Zócalo lleno, llamados a la continuidad política -al viejo estilo del anciano PRI-, quema de la esfinge de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Piña, corcholatas apiñonadas para medir la popularidad de cada una, película grotesca filmada por el Pigmento Ibarra -el equivalente, entre los consejeros presidenciales, a la cúspide del periodismo lopezobradorista, Lord Molécula-, y una multitud en la que había de todo: acarreados, funcionarios, burócratas y, sobre todo, impíos que venden su voluntad por unos mendrugos porque tienen hambre, a pesar de ser el actual un gobierno para los pobres. 2024: silencio y vacíos casi totales.

Así puede sintetizarse la celebración de un gesto nacionalista histórico aunque haya sido traicionado por el tiempo: la expropiación petrolera por órdenes del gran presidente Lázaro Cárdenas. Por cierto, su hijo, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, prefirió ausentarse de la celebración en el Zócalo no sin antes acudir al Monumento a la Revolución en donde se preservan los restos de su sobresaliente padre. Dijo que tenía otros compromisos y, de paso, cuestionó los sobrecostos injustificados perdidos en la refinería llamada Olmeca en Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, que no produce un solo barril de combustible desde su “inauguración” hace años, precisamente el primero de julio de 2022, a cuatro años de distancia de su victoria electoral acreditada por el INE al que ahora pretende destruir como él destruyó, con un 80 por ciento pagado, la magna obra del aeropuerto de Texcoco.

Lo peor, sin duda, además de los millonarios costos para la exaltación del mandante y lo invertido -por aportaciones de morenistas y las dietas de senadores y diputados, ¿cuánto habrá destinado el senador Ricardo Monreal Ávila para este fin?-, fue la grotesca agresión al Poder Judicial cuando un grupo de esbirros al servicio de la 4T y del cineasta enloquecido, Ibarra, se dio a la tarea de quemar la esfinge de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Piña Hernández, entre el clamor de los pandilleros al servicio del poder a tanto la hora.

Con ello se pretendió justificar la incorrecta injerencia de AMLO en los poderes de la Unión, lanzando una burda advertencia a quien encabeza la Corte, organismo superior del Poder Judicial, con la marca del mayor autoritarismo que hayamos padecido a través de los sexenios durante un siglo de querellas entre los puritanos, los conservadores, los liberales y los radicales. Y ahora hacen coperacha para reparar la puerta del Palacio Nacional destrozada por los padres de los normalistas de Ayotzinapa -ahora son 44-. No es nueva tal aporreada concepción y ya es tiempo de que llegue al poder un mandatario capaz de servir a todos y no solo a uno de los bandos.

La pobreza política de Morena les hace andar, con descaro, por las mismas rutas del caduco PRI en fase de ser sepultado definitivamente con la grotesca intervención de Alito Moreno Cárdenas. ¡Qué daría este por tener una convocatoria como para llenar el Zócalo como en otros tiempos! Recordamos, por ejemplo, la multitud reunida en dos ocasiones con Adolfo López Mateos, primero luego de la estatización de la energía eléctrica y después tras el arribo del presidente de Francia y héroe de la II Guerra Mundial, Charles de Gaulle. En ambas ocasiones -con la ayuda de los burócratas a quienes se dieron sus respectivos asuetos y emolumentos, como lo hizo AMLO el sábado 18 de marzo de 2022-.

De verdad, no encuentro ninguna diferencia entre aquellas manifestaciones y las actuales salvo los acentos socializantes -no socialistas- del jefe del Estado empeñado en repetir un discurso arcaico con insistencia en las obras emblemáticas de su periodo al que solo le resta un año y medio con unos días más. Está en el final y no se atreve a rectificar sino a mostrarse más duro en cuanto a sus caprichos, entre ellos el peor: la devastación del INE, cuyo destino está en la mesa de la Corte con once ministros que llevarán encima, siempre, el peso de la historia. Ojalá que se den cuenta de ello.

Por otra parte, siguen las especulaciones sobre el destino de Andrés a partir del primero de octubre de 2024 bajo dos perspectivas:

A) Si gana la “continuidad” con su malhadada Morena de la mano, sus aspiraciones se centrarán, lo mismo que hizo Echeverría cuando aspiró a la secretaría general de la ONU y no obtuvo ni un solo voto, ni el de México, en formar un organismo paralelo a su despreciada OEA para liderarlo considerando con ello que habría ganado la historia, su obsesión.

B) Si, por el contrario, el triunfo es para la alianza opositora, entonces se afianzará en el poder, pondrá en uso las trampas elaboradas en el Plan B electoral, si este sobrepasa a la Corte, y podrá imponer a su sucesor(a) o incluso estará dispuesto a llegar a una revuelta general para mantenerse en sus trece.

Es muy importante resolver el entuerto antes de que se nos venga encima la satrapía.

La Anécdota

El escándalo de los 15 mil millones de pesos desviados por Segalmex, sustituta de Conasupo y Diconsa, debe observarse desde sus orígenes: no hay nadie más culpable que Ignacio Ovalle Fernández, servidor del extinto Echeverría como secretario de la Presidencia en donde sustituyó a Hugo Cervantes del Río, conocido como “el osito Bimbo”, y de Salinas como diputado priista de 1994 a 1997; ahora es lacayo de AMLO y, por ende, intocable, entre otras cosa porque fue el primer jefe de este cuando ocupó la dirección del Instituto Nacional Indigenista. Las cuentas las paga Andrés religiosamente.

El caso de Ovalle demuestra que no es necesario esperar la continuidad de Morena en 2024 porque siempre el gobierno actual ha sido continuista con figuras relevantes de los periodos priistas: Bartlett, Durazo, Moctezuma, Ebrard y un largo etcétera.

En pocas palabras: nos han vuelto a engañar.

loretdemola.rafael@yahoo.com