Definitivamente, Pablo Abner Salazar Mendiguchía, está enfermo de poder.

Lo quiere, ahora como de 1994 a 2000, otra vez desde la Cámara de Senadores, con la intención de tratar de repetir su historia, en la que apoyado por Vicente Fox Quesada y sobre todo por Ernesto Zedillo Ponce de León, se integró al carro de “La Alternancia”, para asaltar sin tener los méritos, capacidad intelectual y sobre todo la ética profesional, la gubernatura de Chiapas, para cobrar venganzas.

Traumado, taimado y rico.

Sí, aquél, el mismo personaje que pretende revivir el ayer de abusos y corrupción sin límites, que en el segundo semestre de 1985 llegó a mi oficina de la Coordinación General de Comunicación Social del gobierno de Chiapas, para venderme una video cámara Sony en mil dólares, porque según me confesó, no tenía para darle de comer el día de siguiente a su familia con la que vivía en la colonia 24 de junio de Tuxtla Gutiérrez, se ha inscrito en las listas de candidatos independientes del Instituto Nacional de Elecciones (INE).

Cuando fue pastor evangélico y lo negó como Judas.

Eran los días en que había regresado de su Congregación de la Iglesia de El Nazareno, en Houston, Texas, en su calidad de pastor, hace 32 años y se había acabado “la paga”, por lo que le pidió a su hermano Roldán, entonces buen amigo, secretario general de la Universidad Autónoma de Chiapas, para lo llevara conmigo y, desesperado, me rogara ayuda.

Conocería por aquellos días a un hombre disfrazado de pastor protestante, que al parecer no convencía lo suficiente, al pequeño rebaño de seguidores, y por lo mismo el negocio no era exitoso.

Una condición “religiosa” que negaría 15 años después, cuando en el año 2000 tomó por asalto el Palacio de Gobierno estatal y se enfundó, sin el obligado respaldo popular, en la vestidura de tirano, no sin antes negar en campaña, haber sido “ministro” de la Iglesia de El Nazareno, que por cierto durante su gestión creció por toda la geografía del estado, con recursos oficiales.

Un tipo fraudulento y sinvergüenza.

Pablo Abner representa para los chiapanecos de ayer y hoy, una vergüenza absoluta. Mentiroso y además sin escrúpulos, como consta en el hecho de que se haya ostentado como abogado egresado de la Universidad Autónoma de puebla, cuando nunca terminó la carrera y “ejercía” con una cédula perteneciente a una mujer y un título falso en el que aparecía su foto.

El “licenciado” ocuparía a principios de 1994, por consentimiento del gobernador interino Javier López Moreno, la Secretaría General de Gobierno, que por ley su titular debe ser licenciado en Derecho, para saltar de ahí al Senado de la República, ostentándose como todo un experto en leyes que tenía como antecedente el haber sido subprocurador de Justicia en 1987.

Un ignorante rencoroso.

Arribo a la Cámara Alta, después de elecciones cómodas, en las que el que movía la cuna, pondría a su servicio, todo el engranaje del Instituto Estatal Electoral chiapaneco.

Me llamaría a mi oficina de Organización editorial Mexicana, donde me desempeñaba como director adjunto de la Presidencia y Dirección General de la Corporación, para anunciarme su buena nueva de que era ya senador y que había sido designado como parte integrante clave, en la Comisión para la Concordia y Pacificación de Chiapas (COCOPA), integrada por legisladores de las Cámaras de Senadores y Diputados de todos los partidos políticos, que atendería el problema de la insurrección del denominado “Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.

Para no variar, volvía a pedirme ayuda, pues me confesaba que no sabía nada del tema de la guerrilla y que como yo había sido corresponsal de guerra en Centroamérica y específicamente en Nicaragua, seguramente mantenía mis contactos con ex comandantes del último movimiento revolucionario de Latinoamérica.

Le di la oportunidad de que nos reuniéramos en un restaurante del sur de la ciudad de México, frente a Liverpool de la colonia del Valle, con una leyenda de la lucha guerrillera, el doctor Carlos Gutiérrez Sotelo, ex miembro del Grupo de los 12, brazo político del Ejército Sandinista de Liberación Nacional (EZLN), y primer embajador del gobierno insurgente en México ante el gobierno de José López Portillo, así como con cinco ex líderes de la lucha armada que derrocaría al dictador Anastasio Somoza, a quien por cierto entrevisté para EXCELSIOR, en su despacho del bunker de Managua, días antes de que huyera a Estados Unidos.

Empezamos a las ocho de la mañana y terminamos el encuentro a las dos de la tarde. Salazar Mendiguchía saldría convertido en todo un experto.

Despertaría el engendro del mal.

Siempre astuto, desde el Senado Pablo tendería sus redes y se acercaría al escandaloso de Vicente Fox Quesada (de padre estadounidense y madre española), que antes de incursionar en la política nacional, había sido empleado exitoso de la trasnacional refresquera Coca Cola, de la cual aprendería a aplicar sus sistemas de ventas y publicidad para proyectar su imagen, primero como diputado federal panista anti salinista y luego como gobernador rijoso de Guanajuato, del 25 de junio de 1995 al 4 de agosto de 1999, en que renuncia para ser candidato Presidencial del blanquiazul.

Comunión de dos engendros, cortados por la mis tijera de la ambición sin límites y corrupción, entronados en una omnipotencia que desde el primer día de su “gobierno”, Pablo empezó a utilizar para descargar toda su ira contra los que consideraba sus enemigos, no solamente por no haberlo apoyado financiera y electoralmente, sino por desenmascararlo en campaña, como el ser humano perdido en la inmoralidad total.

El desquite de un desequilibrado.

No habría ningún día ni momento de descanso durante los largos y eternos seis años de su administración, para saciar su sed de venganza, que se transformaría de manera autoritaria y dictatorial, en la que la ley era la suya y no en la Constitución.

Transcurrir de seis años de pesadilla para sus “opositores”, en medio del acoso permanente, invasión de la vida privada mediante el espionaje telefónico, allanamientos ilegales y destrozos en hogares y negocios, persecución, auditorías que incluían hasta las federales con la venia de su socio Fox Quesada, amenazas latentes y cumplidas, que por un lado mantenían en la zozobra a quienes las recibían o en la cárcel a gente inocente. Ruina y muerte para sus adversarios a quienes nunca terminó de “perdonar” y todavía mantiene sus odios.

Mordaza, palo y cárcel.

Ataques a la libertad de expresión y prisión para quien osara criticar su “gestión”, como ocurriría con varios comunicadores que pasaron muchos días con sus noches, al serles aplicada una “Ley Mordaza”, que nunca fue legal porque no se publicaría en el Diario Oficial del Estado.

Presos políticos como Librado de la Torre, ex funcionario de Roberto Albores Guillén, que después de 11 años de la salida del dictadorzuelo, aún sigue esperando justicia, la cual le fue negada por el hijo putativo de Pablo Abner, por haberse quedado injustificadamente el gobierno del tirano, con rancho agrícola de su propiedad, que no le ha sido devuelto.

Hasta el ex mandatario interino fue víctima de los traumas plagados de rencor de Salazar Mendiguchía, mordiendo la mano de quien se la tendió en su momentos proselitistas para llegar a la sucesión, por instrucciones del centro, al tratar de escandalizar sobre supuestos malos manejos de la señora María Gleason de Albores, como presidenta del DIF, lo que obligó al ex Jefe del Ejecutivo estatal, a acudir personalmente con su esposa a la capital chiapaneca para hacer frente a las acusaciones del “desmemoriado” soyalense.

Persecución, como sello del inquilino de El Mirador, a exitosos empresarios que no se rindieron a sus pies y que se vieron en la necesidad de salir del estado para no quedar a merced del desadaptado social, dueño de un discurso barato que a nadie convencía y que imponía desde su burbuja de poder.

Pablo el mitómano engaña tontos.

Obligado recuento de las arbitrariedades de quien usurpó el gobierno de Chiapas, ostentándose como “licenciado” sin tener ningún sustento jurídico, más que su mitomanía que hoy vuelve a desnudarse cuando después de arroparse comprando su “militancia” en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que lo acredita como “miembro distinguido”, y al no lograr manipular a su dirigencia con sus cañonazos multimillonarios, bajo la bandera de su “Movimiento de la Esperanza”, cual “mesías” desaforado, ahora se va por la vía libre y obtiene su registro el pasado 16 de octubre, como candidato independiente al Senado de la República.  

Cabida de nuevo, de manera absurda, a un individuo sobre el que existe una serie de averiguaciones previas asentadas tanto en la Procuraduría estatal desde los tiempos de Juan Sabines Guerrero, como en la Procuraduría General de la República, suficientes para impedir a Pablo Abner, sus enfermizos intentos de volver a la política.

Enriquecimiento ilícito que lo mantiene como magnate.

En un país como México, en que mientras no exista voluntad política de quienes mandan en las parcelas federal, estatal o municipal, ni una hoja se mueve en contra de aquellos que aún estando señalados como corruptos, se mantienen disfrutando del dinero malhabido, como es el caso de Salazar Mendiguchía, que protegido por la Presidencia de Vicente Fox Quesada, acumuló junto con los hijos Bribiesca Sahagún, de la “primera dama”, una riqueza incalculable, producto de los fraudes cometidos con los 20 mil millones de pesos del presupuesto federal, destinados a la reconstrucción de los municipios afectados en octubre de 2005, por el devastador huracán Stan.

No se puede decir que antes de incursionar en la política meteórica, Pablo Abner era rico, pues hay constancia de que vivió en dos colonias de interés social, “Bienestar Social” y “24 de junio”, donde se mantuvo hacinado con su esposa Marta y sus hijos, a los que abandonó y ahora disfruta como es todo un secreto a voces, de una vida de nuevo rico

con su segunda cónyuge, en sus propiedades en zonas de gran lujo en la ciudad de México, Monterrey, Cancún, Acapulco, Vallarta, por citar algunas en el país y otras millonarias en dólares, en el extranjero, como la que posee en Argentina y Miami, Florida.

Hoy, ante sus intentos demenciales, bastará simplemente con aplicar la ley para que Pablo Abner Salazar Mendiguchía, no solamente no llegue al Senado, sino que hasta se le remita nuevamente a la cárcel de “El Amate”, de donde salió libre chantajeando a su sucesor Juan Sabines Guerrero.

El gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto tiene la palabra, y con ello demuestre que su “Sistema Nacional Anticorrupción”, no nació muerto, como parece, para postergar por siempre la deshonestidad, impunidad, cinismo y abuso de poder, de quienes como Pablo Abner Salazar Mendiguchía, han robado a manos llenas los dineros del estado más pobre de México: Chiapas.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013, Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.