Resurgimiento del PRI en Chiapas

Después de incontables intentos por destruirlo como institución en las últimas dos décadas, en 2018 el Partido Revolucionario Institucional tiene hoy todo a su favor para resurgir el 1 de julio y regresar con su candidato al Gobierno del Estado, a la Residencia Oficial de El Mirador, de Tuxtla Gutiérrez.

Hasta ahora la institución ha salido airosa de todos los actos de traición de los que ha sido objeto por aquellos que se apoyaron en ella para desarrollar sus carreras políticas y finalmente le dieron la espalda para sumarse a los enemigos, que dada su inexperiencia e incapacidad no pudieron eliminarlo del ánimo de una militancia chiapaneca que se ha mantenido leal.

Oportunismo como signo de los tiempos recientes, en los que cambiar de la noche a la mañana de camiseta, lo mismo que saltar sin vergüenza como chapulín de un partido a otro, se ha convertido de lo más común, como también la manipulación del quehacer electoral oficial subordinado, para hacer perder en dos ocasiones a los abanderados tricolores (2000 y 2006).

A diferencia de los demás, el PRI ha subsistido en Chiapas, por la permanencia de una profunda y sólida estructura electoral, que nunca han tenido sus adversarios en esos dos sexenios, los Partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática, del Trabajo, Convergencia, Verde Ecologista de México y otros pequeños.

Demostración plena de la manipulación a capricho de los espacios políticos, como cuando siendo gobernador Juan Sabines Guerrero tuvo la ocurrencia en 2009 de dividir las 12 diputaciones federales en igual número de curules, cuatro para el PRI e igual número para el PAN y PRD, cuando estos dos últimos partidos políticos carecían de arraigo entre la población, como sus mismos candidatos. Aún así, sin mayor mérito, oficialmente ganaron en las urnas.

Traiciones al tricolor y oportunismos en Chiapas con Pablo Abner Salazar Mendiguchía, en el año 2000, como parte de la estrategia de la pretendida alternancia en el poder, con Vicente Fox Quesada, a nivel nacional y el soyalense en el terruño chiapaneco, fracasaron por carecer de sustento en esos primeros seis años de una diferencia que jamás se hizo realidad, tal y como se había comprometido.

Las odiosas venganzas personales y enfermizas dictadas en la esfera del poder, a partir del primer día de su ejercicio en la oficina principal del primer piso del Palacio estatal. Persecuciones, atropellos a los derechos humanos, invasiones a la privacidad mediante la intercepción telefónica, allanamientos ilegales, auditorías por consigna, amenazas, represión a estudiantes y maestros, violencia cumplida, crímenes y cárcel.

Días del “pabliato”, en que los principales personajes de la izquierda, como Andrés Manuel López Obrador, entre otros, acudían a Tuxtla Gutiérrez para reunirse con Pablo Abner a recoger su mochada mensual, en gratitud por haberlo postulado como su abanderado para “echar al PRI del poder en Chiapas”.

Coptación a base de atractivos beneficios monetarios, de diputados locales y federales del tricolor, así como líderes, para subordinarlos a sus caprichos y que todas sus arbitrariedades cometidas en contra de los distintos sectores de la población, pasaran desapercibidas.

Aplicación de una “ley mordaza” inconstitucional y por lo mismo ilegal, decretada por el mandatario, que nunca se publicó en el Diario Oficial y que por lo mismo estaría al margen del marco jurídico. Aún así, Salazar Mendiguchía la hizo efectiva contra varios comunicadores que sufrieron cárcel, por haber denunciado las permanentes irregularidades del gobernante.

Transcurrir de seis años, en los que el soyalense jamás se preocupó por crear las estructuras de los institutos políticos que lo llevaron a la gubernatura. Ninguno de los líderes locales de Partidos, fuera el de la Revolución Demócratica, Acción Nacional, Verde Ecologista de México, del Trabajo y otros de menor rango, tuvieron la iniciativa de aprovechar la coyuntura para crear los obligados cuadros políticos en cada uno de los entonces 118 municipios de la entidad, y por lo mismo crear su arraigo y conformación de militancias.

Fue lo que menos interesó a Salazar Mendiguchía, sabedor de que la clave de la continuidad de su influencia personal en la sucesión estaría en el órgano electoral estatal, plegado de manera incondicional a sus órdenes, desde el mismo proceso que le encumbró.

Pero menospreciar la lealtad de los priistas a su instituto político, pondría en evidencia a soberbia del oportunista político de origen tricolor entregado a los intereses de su jefe del presidente Vicente Fox Quesada.

Ello quedó comprobado en los comicios para la elección federal de senadores y diputados federales, en julio de 2000, cuando José Antonio Aguilar Bodegas y Arely Madrid Tovilla, ganaron de calle la mayoría de los sufragios que los ubicarían en el Senado de la República. La plurinominal le fue concedida a Rutilio Escandón Cadenas.

En cuanto a los legisladores federales, el Revolucionario Institucional reafirmaría su gran arraigo popular, al serle adjudicados 11 de los 12 distritos electorales, cediendo un espacio al PAN.

Después de la demostración de fortaleza del PRI en el proceso federal, que evidenció que el triunfo de Salazar Mendiguchía fue orquestado, éste trató de corregir su debilidad en los comicios federales de 2003, brindando todo su apoyo, que incluía programas estatales y federales,  a los candidatos aliados, sin éxito, pues solamente obtendría una curul para el PAN y el PRI se alzaría nuevamente con 11 diputaciones.

En julio de 2006, lograría reducir a siete el número legisladores del tricolor en el Palacio de San Lázaro, logrando como despedida y agradecimiento a sus patrocinadores del 2000, cuatro para sus incondicionales del PRD y una para el PT.

Llegaría entonces la oportunidad de demostrar quién mandaba en Chiapas en materia electoral y fue así como atrajo a sus redes al alcalde de la capital estatal y ex diputado priista en esa municipalidad, Juan Sabines Guerrero, para convertirlo en su sucesor.

Un aprendiz de político, que cautivado por la oferta de Pablo Abner, renunció al PRI, una vez que este instituto postuló a José Antonio Aguilar Bodegas.

Al iluminado pastor evangélico, poco importó que el hijo del ex gobernador interino Juan Sabines Gutiérrez (1979-1982), conociera la entidad y su problemática, así como en consecuencia, que tampoco la ciudadanía estatal supiera de él, pues su periplo político había apenas incluido ser diputado local y alcalde de Tuxtla Gutiérrez.

Se trataba, de otro aprendiz de político por demás oportunista, como el mismo Pablo Abner Salazar Mendiguchía, que sería lanzado a un cuadrilátero con un campeón de peso pesado, como lo era Aguilar Bodegas, ex edil de Tapachula, dos veces diputado federal, diputado local, líder del Congreso, dos veces presidente del PRI estatal y senador de la República, con todo el arraigo y popularidad que lo hacían desde el principio de la contienda, un ganador indiscutible.

La diferencia era abismal y Pablo Abner lo sabía, por lo que volcaría a favor del inexperto e inmaduro Sabines Guerrero, toda la fuerza presupuestal de su gobierno, con el apoyo federal de Vicente Fox Quesada, para impulsar la candidatura respaldada por los Partidos de la Revolución Democrática, del Trabajo y Convergencia, que tampoco contaban el arraigo en el electorado.

Un candidato, Sabines Guerrero, que nació muerto pero fue revivido a la fuerza por el Instituto Estatal de Elecciones, dándole el triunfo de una jornada en la que perdió, pero que en la papeleta oficial se establecía que había ganado por la mínima de seis mil votos sobre José Antonio Aguilar Bodegas.

De nada valdría al político tapachulteco impugnar ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación un proceso totalmente viciado y por lo mismo ilegal, como la instancia superior de definición, ya que por instrucciones de Fox Quesada se daría el triunfo al candidato de Salazar Mendiguchía.

El soyalense impondría su ley en la selección de candidatos al Senado, al ubicar a Manuel Velasco Coello del PVEM, a quien había apoyado primero para ser diputado local y luego federal; a su incondicional Rubén Velázquez López, por el PRD, y dejaría una opción al PRI, con María Elena Orantes López.

Bajo la batuta, Pablo Abner daría comienzo otro sexenio, en el que el PRI seguiría siendo uno de los objetivos del nuevo mandatario, cuya obsesión por destruir la institución que le dio cobijo en sus grises inicios, quedaría al descubierto tres años después, cuando en julio de 2009, empataría a cuatro los números de diputados del tricolor, con los del PRD y PAN, sin que hubiese razón alguna para favorecer al blanquiazul, que para esos días no representaba ningún peso político.

Uno de tantos caprichos dentro de las fantasías permanentes de Sabines Guerrero, en esta decisión de adjudicación que hacía llegar al tricolor, a su posición más baja de diputados federales de toda su historia.

En las elecciones de 2012, el panorama de la repartición por partidos, de las senadurías, no sufriría ningún cambio, pues Salazar Mendiguchía volvería a ser el elector. Luis Armando Melgar Bravo, por el PVEM; Zoé Robledo, por el PRD, y Roberto Albores Gleason, del PRI.

Para entonces la suma del Partido Verde Ecologista con el Revolucionario Institucional y Nueva Alianza, llevaría como abanderado a Manuel Velasco Coello para ganar la gubernatura del estado, mientras en materia de diputaciones federales, empatarían, repuntaría con siete PRI, dejando al PVEM cinco.

En 2015, el tricolor volvería a reducir su participación en la Cámara de Diputados Federal, al obtener solamente cinco escaños, empatando con el Verde, cediendo una al PRD y otra, sin mayor explicación, al intrascendente en la entidad, Encuentro Social.

Ocurriría en ese año lo inexplicable, pues desde la dirigencia

estatal del PVEM se anunciaría que “pintaría a todo Chiapas de verde”, lo cual implicaría una gran ofensiva, que hizo posible que 59 de las alcaldías en el estado, quedaran bajo control del partido del tucán; 15 solo y 42 en alianza con Panal; dos con el PRI (Tuxtla Gutiérrez y Tapachula).

Y si bien es cierto que el PRI cayó su porcentaje de mayoría, al obtener en solitario 26 y dos en alianza con el verde, el PVEM no cumplió finalmente su propósito.

Los pequeños como Chiapas Unido y Mover a Chiapas, lograron diez y nueve, respectivamente, en tanto el PRD, ocho; PAN y PT, dos, Panal uno y Morena uno.

Arribo electoral en el Chiapas de 2018, en el que la perspectiva favorece radicalmente en lo local a un PRI que retomará sin lugar a dudas el poder del gobierno estatal, subordinando al PVEM, Nueva Alianza, Chiapas Unido y Mover a Chiapas.

Son la fortaleza inquebrantable del tricolor y la militancia leal de siempre, las que llevarán al triunfo a Roberto Albores Gleason, un candidato al que urge sacudirse de la gente inexperta que lo rodea y convocar con carácter de urgente a aquellos chiapanecos de gran trayectoria y valía, que mucho podrán aportar para consolidar ese respaldo institucional que tanto hace falta, para concluir el largo periodo de experimentos que mucho daño han hecho a Chiapas.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.