La pregunta: ¿Habrá cambio?

A partir de mañana sábado comienza para México una nueva etapa con la asunción de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República. Qué tan buena, mala o regular será, sólo se sabrá con el paso de los días, los meses y los años. La cuarta transformación, ha dicho él.

El cambio de régimen político ha generado muchas -demasiadas, tal vez- expectativas entre millones de mexicanos, deseosos de que las cosas cambien de fondo porque la situación de país es verdaderamente desastrosa en lo económico, lo político y lo social.

Tantos años de crisis han provocado que la mayoría de mexicanos, sobre todo los que sufren a diario las consecuencias de la política económica, principalmente, que ha propiciado una profunda descomposición, una especie de ansiedad y esperen un cambio casi casi de la noche a la mañana.

Debemos de estar conscientes, sin embargo, de que los cambios profundos no se dan por arte de magia, de un día para otro, como muchas personas están esperando.

Eso quiere decir que se engaña quien crea que a partir de mañana sábado este país será totalmente diferente al que tenemos. No, las cosas van a seguir igual, o casi igual, cuando menos en los primeros días y semanas. (Hay quienes hasta se burlan y bromean: “nos portemos mal ahora porque a partir del primero de diciembre en que arranque la cuarta transformación ya no se va a poder).

Habrá que esperar el discurso de asunción de López Obrador para tener una idea más clara de las líneas que marcará, aunque ya más o menos se sabe, pues en buena medida su propuesta se basa en el combate a la corrupción, que no es poca cosa, y el perdón y olvido.

Mucha gente está esperanzada en que se solucionen sus problemas, como encontrar un trabajo, mejorar sus ingresos, que el dinero le rinda, mejor atención en los hospitales públicos, que se acaben los conflictos, que ya no haya bloqueos carreteros, que baje el dólar, y un largo etcétera.

Pero tampoco hay que olvidar que un solo hombre no podrá realizar los cambios tan profundos que se necesitan, por más voluntad política que tenga, si no es acompañado por otros hombres y mujeres que pongan su mejor esfuerzo y que de ahí para abajo permee entre la población.

Además, el cambio debe de comenzar en cada uno, en cada mexicano. Si nosotros no cambiamos no podemos pedir a los demás que lo hagan. No podemos estar esperanzados a que el gobierno lo haga todo. ¿Qué tan dispuesta en general la gente a cambiar? ¿En no ofrecer, por ejemplo, una mordida al policía de tránsito que le quitó la placa del vehículo por estacionarse en un sitio prohibido? Eso es lo que tenemos que preguntarnos primero para hablar de un cambio.

¿Seremos en realidad otras personas a partir de mañana sábado? Lo más probable es que no, que las cosas seguirán siendo iguales (o casi iguales), salvo la situación de quienes comenzarán a ganar un salario porque tendrán un nuevo trabajo, bien remunerado.

Por lo pronto, en los municipios de Chiapas en los que ganó Morena, no se ha notado cambio alguno respecto a las anteriores administraciones, al contrario, en algunos hasta ha empeorado la situación.

Por lo mismo, muchas personas están esperanzadas en que las cosas sean diferentes, una vez que López Obrador asuma el poder mañana sábado y luego a partir del 8 de diciembre, cuando Rutilio Escandón Cadenas haga lo propio como gobernador. Es decir, se espera que la línea venga desde arriba y llegue hasta abajo. “Si la cabeza está bien, abajo tiene que estar bien”, es la lógica.

Tal vez son demasiadas las esperanzas de un cambio para lo poco que en realidad se pueda hacer, sobre todo en la cuestión económica, pues la crisis es muy profunda.

Algunos dudan de que en verdad pueda tratarse de una cuarta transformación y no sólo del cambio de un gobierno y de un partido político, pues finamente es la misma gente a que estará en los cargos, pues no se puede traer a marcianos para que vengan a hacerse cargo de las cosas, en el supuesto de que ellos fueran diferentes, claro. Inclusive, se escuchan algunas voces de arrepentimiento de haber votado por López Obrador. Claro, peor de lo que estamos está difícil.

Pero no sólo en México existe esa esperanza de cambio, sino que en varios países de América Latina se ve con optimismo la asunción de López Obrador, por la fuerza democrática con la que ganó, para que como gobierno de izquierda sea un contrapeso a los de derecha y para tratar de equilibrar en la medida de lo posible las posiciones de Estados Unidos.

Como la esperanza es lo último que muere, pues habrá que esperar que pasen los días, los meses para saber si habrá o no un cambio como el que la mayoría de los mexicanos está esperando con ansias.

Picotazos

Da la impresión de que en la designación del nuevo rector de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), Carlos Natarén Nandayapa, hubo madruguete, pues nadie esperaba que la Junta de Gobierno -o quien haya decidido- diera a conocer tan rápido el nombramiento, ya que el período de registro se había cerrado apenas del 21 de este mes y había tiempo hasta el 3 de diciembre. Es posible que lo haya hecho de ese modo por las presiones que se estaban generando para que fuera designado tal o cual candidato, principalmente de Enoc Hernández Cruz que como ninguno andaba en campaña abierta por varios lugares. Como es lógico, los aspirantes que pensaban que la balanza podría inclinarse a su favor por sus relaciones políticas dirán que el próximo rector no es el indicado ni el mejor y que su proyecto -el de ellos- es el más viable, pero en general puede decirse que la designación ha sido bien recibida por la comunidad universitaria. Desde luego que Natarén Nandayapa tendrá sus cosas negativas, pero primero hay que dejarlo que tome posesión, trabaje y luego criticarlo. Fin.