*Fox y AMLO Idénticos

*Sin Promesas no Votan

Al cogobierno Fox-Sahagún –por ella nadie votó ni logró esta su conjura personal para materializar en México el espíritu de Evita Perón-, le gustó jugar a las estadísticas moviéndolas a su gusto y volcando hacia la opinión pública un ramillete de interpretaciones algunas de ellas bastante torpes pero que, sin duda, fueron aceptadas como verdades absolutas por sus compinches gabineteros.

Un ejemplo claro de lo anterior ocurrió cuando el señor de las botas de charol –aún se recuerda que con ellas acudió a los palacios reales de Madrid y Londres para disimular los dolores de sus juanetes-, decidió abatir la pobreza extrema basándose en una dudosa visión a futuro; simplemente sugirió, y obtuvo la gráfica correspondiente, que quien ganaba más de dos dólares al día no podría considerarse en pobreza porque con esos ingresos podría costearse sus necesidades básicas, esto es sin comer nutrientes animales nunca –y no porque fuera vegetariano-, ni tener el menor atisbo de esparcimiento ni para costear los transportes de la familia para ir y venir del colegio o del trabajo. Ni en esos tiempos era posible obtener satisfactores con ese peculio pero así lo dispuso la suprema voluntad y se acató como un éxito de la derecha en su lento aprendizaje para gobernar.

Bien sabemos cómo terminaron los señores Fox, con Martita en su inmensa heredad de San Cristóbal atendiendo en un restaurante y, a veces, hasta sirviendo los huevos con jamón a decir de la malas lenguas, entre ellas la mía por supuesto. Pero salió del despacho presidencial muy orondo, y hasta se dio el lujo de construir uno similar en el ranchito mencionado para atajar los golpes certeros de la nostalgia. ¡Había reducido un desafío y se contaba con menos pobres en México por obra de la ficción!

La senda ahora la sigue Andrés Manuel, el mandante-mandatario, incapaz de autocrítica alguna y bastante mordaz ante cualquier señalamiento en contrario por no decir persecutor tenaz de sus críticos. Alega que, como siempre, él tiene otros datos sobre el crecimiento de la miseria y pretexta además que no es suya la responsabilidad sino de la pandemia, los rastros del pasado y la corrupción arrastrada hasta su período en donde las nubes negras se borraron porqué él lo dice. Y lo deja por escrito en los libros de texto.

Por ende los números son ignorados: hay ya más de cuatro millones mexicanos en la pobreza que al iniciar su período en el desgraciado diciembre de 2018 –cuando siguieron dándose asesinatos desde el poder peores que en la era de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas-, y hasta la fecha. Esto es para admitir que la cifra terrible se doble al final de un régimen rebosante de fracasos.

Hablamos de un 7.3 por ciento sobre los índices de pobreza que fueron legado del miserable señor Peña, uno de los mayores personajes impunes y gran paseador por el mundo para ahogar así el desprecio de los mexicanos si bien se sentía tranquilo porque sabía que su amable sucesor, AMLO, había cerrado la puerta sobre cualquier posibilidad de perseguirlo judicialmente gracias a la consulta de los gatopardos del domingo 3 de agosto de 2021. Ahora, roto el acuerdo, Peña vende su casa de Madrid y se enfila al liderazgo del grupo Atlacomulco con tres denuncias de la FGR sobre su espalda. Finalmente, se quedó esperando la batalla o redujeron a sus combatientes agarrándolos por la cola de la impunidad.

¿Gobierno para los pobres? Será porque las remesas, en la economía de la miseria, siguen creciendo mientras se dispara, poco a poco, la inflación hasta situarse en más de 8 por ciento y el crecimiento sigue a la baja sin que ninguno de los tres secretarios de Hacienda de este sexenio, Carlos Urzúa, el bisoño Arturo Herrera –quien calienta la banca en Banxico-, y el veterano Rogelio Ramírez de la O, brinden siquiera una explicación razonable del desastre porque tienen a mano el anillo del dedo presidencial: la pandemia.

La Anécdota

Fox, contra lo que pudiera pensarse, estaba tan norteamericanizado que hasta subía las piernas en su escritorio, a la manera de los mandatarios estadounidenses quienes piensan así dar un toque de naturalidad a su desempeño ejecutivo, me confió en el verano de 2000 cuando se preparaba para asumir la Presidencia y los corrillos de su despacho estaba rebosantes de víboras con aspiraciones:

-Fíjate: esos pendejos del PAN –el partido que lo postuló aunque pensaba que era él quien se había encaramado sobre el mismo por su “carisma” de cocacolero- pretendían que yo no prometiera nada. ¿Y, entonces, cómo demonios iba yo a ganar la Presidencia?

Fox optó por renunciar brevemente al PAN, sumándose a la campaña del “no priista” José Antonio Meade, y lo mismo sucedió con Felipe Calderón de la mano de su Margarita a la que le dio la estrellita para que volvieran a su partido de origen en busca de una segunda candidatura presidencial. ¿No habrán notado que se han puesto en evidencia como los demás ex presidentes?

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