La construcción de una utopía

en el Chiapas del 2018-2024

En la ruta de la consulta para el Plan de Desarrollo de Gobierno 2018-2024, crea expectativa en la sociedad y con ello abre horizontes culturales y sociales, y en esta práctica de forma implícita se da un fenómeno en el imaginario chiapaneco, y consiste en la construcción de una utopía transitoria, ya que estos ejercicios son temporales y obedecen a un corte de tiempo que determina un periodo de poder, en este caso es 2018-2024.

¿Es posible la edificación de una utopía en el colectivo chiapaneca? Bueno, ¿los chiapanecos ha construido acaso una utopía en algún momento? ¿Qué es una utopía? ¿Qué hay que reflexionar en torno de ello? Tomás Moro, determina que el término de Utopía ha permanecido como un elemento ambiguo y, en ocasiones, visto por algunos círculos sociales como inasible. Como bien señala Paul Ricouer, en su obra “Ideología y utopía”: “la crítica de la ideología es sociológica, en tanto que las utopías son históricas”. Con este arranque, nos daremos una idea muy generalizada de cómo puede ser considerada una utopía, o al menos su concepto o la visión que se tiene de ella en tiempo actuales. La historia para Ricouer, se ve más asociada a la literatura, ya que una se encarga de escribir los sucesos acontecidos en cierto periodo histórico; la literatura, por otra parte, se encarga de una reescritura, una re-significación de de los mismos sucesos o, en su defecto, una potencialización de la realidad. Es por ello, que la misma utopía se ve más ajena a un estudio sociológico especializado, esto mismo la lleva a a acercarse a los terrenos literarios, históricos, alejándose de los terrenos puramente “científicos”.

Por otra parte, regresando a Ricouer, retoma una de las concepciones más comunes de apreciación de la utopía, desde el punto de vista del marxismo, y en este caso, también de la ideología: “[…] el marxismo tiene dos criterios diferentes para definir la ideología. Primero, opone la ideología a la praxis y lo que se opone a la praxis es ficción o imaginación. Esta es la posición sostenida en La ideología alemana. En dicho estadio tanto la ideología como la utopía pueden colocarse en el mismo agrupamiento de lo que no es real”.

De esta manera, la utopía queda relegada a un mero constructo de la imaginación. Habitan a su vez en un plano donde “lo no científico comprende tanto la ideología como la utopía” exiliando de una manera definitiva las dos posibles maneras de estudiar, con seriedad, estos dos conceptos. Lo no real, lo no concretizable, son posturas o creencias que han girado alrededor de la utopía durante años. No está de más recordar la primera imagen que se nos viene a la mente cuanto alguien suele hablar del tema. La tipología de la que hemos dotado a las utopías –en plural- ha sido, siempre, de un halo imaginativo y de incertidumbre. Esto ha sido una herencia proveniente del marxismo y, más directamente, de Engels, tal y como lo rememora Ricouer.

Esta última postura comenzó con Engels cuando este escribió: ‘Socialismo: utópico y científico’. Allí se considera que el socialismo utópico pertenece a la esfera de las ideologías. El marxismo tiende a reducir las utopías a una subclase de ideologías al aplicarles el mismo análisis que aplica a las ideologías”.

Si bien, el marxismo intenta reducir la utopía en una subespecie de ideología, y con esto, vilipendiar su existencia, no es del todo reconocida la significación de esta por personajes como Fourier o Karl Mannheim. Por ejemplo, para Mannheim, en su obra Ideología y utopía, nos habla de la “contaminación” con que el marxismo llego a plantear la concepción de ideología: “[…] aunque el marxismo contribuyó mucho en el planteo del problema, tanto la palabra como su significado se remontan más allá del marxismo, y desde la época en que este apareció nuevos significados de la palabra han surgido y han adquirido una forma independiente de dicha doctrina”.

Es a raíz de la aparición del marxismo, según Karl Mannheim, que el concepto de ideología se ha modificado, contaminado, hasta cierto punto de perder su significado o concepción original. Si bien, la ideología parece no tener cierta relevancia en el contenido de este estudio, si que figura como parte sustancial, vista desde el punto de vista marxista, al verse correspondida fuertemente con la utopía.

Por otra parte, Mannheim haciendo alusión a la utopía nos dice que: “Un estado de espíritu es utópico cuando resulta incongruente con el estado real del cual ocurre”. Esto es, una ruptura con la realidad, no una lucha con la praxis misma; supone una ruptura con el contexto empírico del sujeto de “mentalidad utópica”. Este desplazamiento de la realidad científicamente esclarecida hacia una realidad construida desde la perspectiva de un sujeto con mentalidad utópica, o utopizante, implica la construcción de una realidad que transgrede los límites de lo que puede ser comprobado, sin embargo, no por esto adquiere el carácter de falsedad o imaginario. Sin embargo, no cualquier “estado de espíritu utópico” puede llegar a concretizarse en una utopía como tal. Para Mannheim: “Sólo se designarán con el nombre de utopías, aquellas orientaciones que trascienden la realidad cuando, al pasar al plano de la práctica, tiendan a destruir, ya sea parcial o completamente, el orden de cosas existentes en determinada época”.

Creando esta delimitación de lo que es utopía, Mannheim nos habla de una “destrucción” ya sea “parcial” o “total” de un “orden” dado en cierto periodo histórico. La destrucción, ya sea simplemente simbólica o totalmente concreta, se manifiesta en la irrupción que se presenta en el orden establecido. El orden y la estabilidad, nos sitúan inminentemente en una estado socio-político, cultural o intelectual. La utopía viene a replantear lo que pertenece a ese orden o lo que significativamente no debe pertenecer. Es por ello que nos topamos –en este sentido- con una perspectiva totalitaria, que impide renuentemente la irrupción del orden preestablecido: la realidad o contexto empírico.

Si bien una cita extensa, por su valor conjetural, de Mannheim explica con mayor detalle estas relaciones de poder que afectan a toda sociedad moderna: “En el curso de la historia, el hombre se ha ocupado con más frecuencia de los objetos que trascendían el alcance de su existencia que de los que eran inmanentes a ésta, y, a pesar de esto, las formas reales y concretas de la vida social se han edificado sobre la base de estado de espíritus “ideológicos”, incongruentes con la realidad. Semejante orientación incongruente se volvió utópica sólo cuando tendió, por añadidura, destruir el orden existente. Más bien se han esforzado en controlar las ideas y los intereses trascendentales dentro de una situación dada, intereses e ideas que no era posible realizar dentro del orden prevalente, y en reducirlos a la impotencia, de tal suerte que se concretaran al mundo que se halla más allá de la historia y de la sociedad, donde no podían afectar el status quo. Cualquier periodo histórico ha contenido ideas que trascendían el orden existente, pero no funcionaban propiamente como utopías: eran más bien ideologías adecuadas a aquella etapa de la existencia, ya que se integraban armoniosa y orgánicamente en la concepción del mundo característica de ese periodo (es decir, que no ofrecían posibilidades revolucionarias)”.

Un ejemplo muy claro de esta articulación “orgánica” que nos presenta Mannheim, es el del mundo clerical en la edad media, y su concepción del paraíso. Si bien, en el Medievo, no se cuestionaba la incongruencia de un paraíso no-práctico, ni se le cuestionaba su alcance empírico. Más bien, se le tomaba como una realidad plausible, incapaz de ser refutada con argumentos científicos. Sin embargo, esto no es una utopía. Irrumpe con la realidad y va en contra de una comprobación científica, sin embargo, no supone ninguna idea revolucionaría capaz de de impactar con el contexto practico, real.

Lo que nos propone Mannheim en esa cita, es la propiedad del “campo de poder” para tergiversar la concepción revolucionaria (de un grupo en ascenso) capaz de chocar con la realidad, con el orden preestablecido. Tanto en al campo de poder como en el intelectual, se dan estas limitaciones, que alteran, de una u otra manera, la recepción que se pueda llegar a tener de una utopía.