Lascas, reciente obra del poeta Óscar Oliva

El próximo miércoles 9 de agosto a las 6 p.m., en el Museo del Café (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas), se presentará el nuevo libro de poesía del maestro Óscar Oliva, mismo que fue editado recientemente por la editorial Aldus. Tengo la fortuna de presentarlo, en esa oportunidad emitiré algunas impresiones que me articularé desde la emoción estética que me ha proporcionado.

Enunciar a Óscar Oliva, es precisar a uno de los poetas vivos más importantes de México, su obra está instalada dentro del canon de la poesía mexicana porque mantiene un eco que sigue vibrando, pero con distintos tonos que lo han convertido en un escritor de múltiples armonías. Oliva ha creado con su literatura una sinfonía que ya, varias generaciones, han tenido oportunidad de apreciar, pero sobre todo aprehender de ella. La visión de Oliva con respecto a la poesía, está en una constante búsqueda de establecer su poética en espacios nuevos, para descubrir nuevas faunas y geografías literarias. Oliva ha sido siempre un poeta activo, social y comprometido con sus causas. Es importante recordar, que la formación de escritores en talleres de creación literaria tiene una gran tradición en México, algunos de los maestros de taller más conocidos son Juan José Arreola, Juan Bañuelos y, el maestro Óscar Oliva. Son varios los escritores que, formados en talleres de creación literaria, gozan de un prestigio en el mundo cultural de México, y hay quienes incluso en la literatura universal. Actualmente el maestro Óscar Oliva, sigue impartiendo su taller de poesía en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez con auspicios de Coneculta.

Óscar Oliva nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en 1937. Su obra primera se encuentra reunida en “La voz desbocada” dentro de La Espiga Amotinada (libro colectivo, FCE, 1960), y en “Áspera Cicatriz” de Ocupación de la palabra (libro colectivo, FCE, 1965). En 1971 le fue concedido el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por su libro Estado de sitio, publicado por Joaquín Mortiz al año siguiente y en una segunda edición en Lecturas Mexicanas (SEP, 1986). En 1985 la Editorial Katún editó su poesía reunida bajo el título Trabajo Ilegal. Poesía 1960-1984, de la que existe una segunda edición publicada por Papeles Privados con dibujos de Jesús Martínez. Editados por la UNAM aparecieron, en 1988, La realidad cruzada de rayos (Colección Material de Lectura), y en 1989 Óscar Oliva. Voz viva de México. En 1999 publicó la antología bilingu¨e Écouter Le Monde/Escuchar al mundo bajo los sellos Écrites des forges, UNAM y Aldus, que publicó además en 2003 Lienzos transparentes y en el 2010 Estratos, en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Su poesía ha sido llevada a escena por el director teatral Germán Castillo y por la coreógrafa Celia Lugo. En 1990 se hizo acreedor al Premio Chiapas Rosario Castellanos. En 2012 el Congreso del estado de Chiapas lo distinguió con la Medalla Rosario Castellanos, y en 2013, por auspicio de la Universidad Autónoma de Zacatecas, fue homenajeado en el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde, en donde se le galardonó con la medalla Ramón López Velarde y el Premio Internacional de Poesía. En 2015, Aldus, Conaculta, Coneculta, Unach, y Unicach, editaron Iniciamiento, poesía reunida, 1960-2014, en dos volúmenes. Radio Unicach realizó en 2016 la serie radiofónica “Iniciamiento”, y en 2017, artistas nacionales e internacionales festejaron sus 80 años de edad, con diversas actividades artísticas, y recientemente publicó “Lascas”.

Alfredo López Austin (Ciudad Juárez, Chihuahua; 1936), que es uno de los más connotados estudiosos del México precolombino, experto en cosmovisión mesoamericana y en los pueblos indígenas de México e investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), escribió en una de las solapas del libro “Lascas”, que comparto con ustedes en esta oportunidad:

“Te imagino, Poeta, trepado en tus lascas, volando como lo hacía el heroico Sun Wu-Kung, al cabalgar la nube maravillosa con la que dejaba atrás miles de li en unos instantes. Te imagino por los cielos, trasponiendo distancias, siglos y posibilidades. Te imagino en un cenáculo de poesía semejante al del monje San-Tsang -también llamado Tang y Tripitaka- en el Santuario de los Inmortales del Bosque, en su viaje del País del Centro del Mundo hacia el Oeste en busca de los textos sagrados de Buda. Tang fue arrebatado mágicamente del camino por un viento que lo condujo a un convite de poetas, y se inició la ronda. Los poetas resultaron ser, a fin de cuentas, los espíritus de un pino, un ciprés, un bambú, un enebro y un albaricoquero. El intercambio de poemas fue memorable.

¿Quiénes serían tus dialogantes en este viaje? Son muchos los pares que señalas en tu libro. Reproduzco parte de tu larga lista: Hesíodo, Juvenal, Cervantes (obviamente), (y otro obvio) Guillermo de Poitiers, Darío, Lucrecio, Garcilaso, Víctor Hugo, Li Bo (el inmortal poeta de la Luna), Juan de Jáuregui (quien siendo -además- pintor, pintó a Cervantes), Wang Wei (quien siendo -además- pintor, pintó aguas y montañas), Hans Christian Andersen, Inger Christensen (tu querida amiga, a quien dedicas un capítulo del libro), Zhuang Zi (el taoísta), Jean de Lescurel (colgado por crímenes contra mujeres), y junto a él Francois Villon (quien un siglo después escribió la Balada de los Ahorcados mientras esperaba, preso, ser conducido a la horca); en contraste con los infames, los poetas heroicos: Francisco de Aldana (caído en combate en las tierras marroquíes de Alcazarquivir), Miguel Hernández (muerto en prisión bajo el franquismo) e Ibn al-Albabar (el andalusí descendiente de fabricantes de agujas -o de lascas-, alanceado por escribir “En Túnez reina un tirano a quien neciamente dicen califa”)… ¿Quién?”.