Independientemente de qué fuerza política se alce con el triunfo en las elecciones presidenciales del 2024, es prácticamente seguro que México tendrá a su primera mujer presidenta de la historia: Xóchitl Gálvez o Claudia Sheinbaum. Este hito histórico representa la culminación de un proceso de creciente participación de las mujeres en la política, un fenómeno mundial en el que nuestro país ha tenido una participación destacada. Se trata de un avance significativo considerando que menos del 12% de los países del mundo tiene una Jefa de Estado y menos de 10% tiene una Jefa de Gobierno.

La naturaleza presidencial de nuestro régimen hace natural que los reflectores se centren en el poder Ejecutivo, pero ha sido en el Legislativo donde México ha avanzado de manera más contundente en la agenda de la participación política de las mujeres. Somos uno de los seis países en el mundo que han alcanzado la paridad de género en sus parlamentos y en este periodo ambas cámaras del Congreso de la Unión son presididas por una mujer: la morenista Ana Lilia Rivera en el Senado de la República y mi compañera de partido Marcela Guerra en la Cámara de Diputados. México forma parte de un selecto club de siete países con presidentas en ambas cámaras conformado por Argentina, Bahamas, Bélgica, Bélica, Trinidad y Tobago y Estados Unidos.

El avance de las mujeres en la política es notorio alrededor del mundo, con un crecimiento sostenido en la cantidad de espacios que las mujeres ocupamos en los gobiernos y los parlamentos. Sin embargo, apenas un poco más de un cuarto de los parlamentarios del mundo son mujeres, un crecimiento marginal de 0.4 % en relación con el año anterior, pero todavía lejos de la mitad que nos corresponde por derecho y demografía. Con este ritmo serían necesarios 80 años para alcanzar la paridad en el mundo. Las cuotas de representación por género siguen siendo una herramienta fundamental para impulsar la paridad, pero es necesario reforzarlas con otras medidas para aumentar la presencia en posiciones de liderazgo.

El continente americano, del que formamos parte, es el más avanzado en términos de representación de mujeres en el parlamento, con un promedio de casi 35% y un crecimiento mayor a un punto porcentual en relación con el año anterior. La mitad de los países con paridad de género se ubican en nuestro continente y también algunos de los países con avances más significativos, como Colombia y Argentina. Curiosamente, los dos países más poblados del hemisferio: Brasil y Estados Unidos, se caracterizan por un estancamiento en el camino a la paridad y siguen teniendo panoramas políticos dominados por los varones.

Cuando se trata de ocupar posiciones en puestos de la máxima responsabilidad gubernamental, Europa sigue llevando la delantera: es el continente con la mayor cantidad de países gobernados por mujeres (16 en total) y también donde se ubican 9 de los 13 países en los que la mitad o más de los ministerios del gabinete son encabezados por mujeres. Algunos han ido más allá logrando que casi dos tercios de sus puestos ministeriales estén a cargo de mujeres, como Albania con 66.7 %, Finlandia con 64.3 % y España con 63.4 %.

México se colocó brevemente en este umbral de vanguardia al comienzo de este sexenio, pero el principio de la paridad se ha ido debilitando: de las 18 secretarías de Estado diez son encabezadas por hombres y 8 por mujeres, pero si se incluye el gabinete ampliado la proporción pasa a 22 hombres por 15 mujeres. Es de reconocer que tres de las principales carteras: Gobernación, Seguridad y Relaciones Exteriores tienen liderazgo femenino, aunque seguimos arrastrando atavismos insostenibles como el hecho de que todos los secretarios de la Marina y de la Defensa sigan siendo mandos militares (y hombres) y que jamás hayamos tenido una secretaria de Hacienda.

La temporada electoral apenas comienza, pero hoy sabemos que el próximo titular del poder ejecutivo será una mujer y eso constituye un logro histórico que hay que reconocer y celebrar.