Felipe Santiago Xicoténcatl: honor y gloria de México

¡Como renuevos cuyos aliños

un viento helado marchita en flor,

así como cayeron los héroes niños,

ante las balas del invasor!

Amado Nervo

México vivió hace 176 un ejemplo de singular heroísmo, aquel 13 de septiembre de 1847, los Niños Héroes de Chapultepec, ejemplo para la juventud actual.

Como alumno del Heroico Colegio Militar me siento orgulloso de este ejemplo singular el cual he compartido con mis hijos, debemos entender la lección de unir a la nación ante los ataques del exterior y la ofensiva de un enemigo interno que siempre acecha, así como de traidores, quintacolumnistas que siempre están listos para unirse al enemigo.

Han pasado muchos lustros y aún parece que los ahuehuetes lloran todavía de lo que fueron testigos, del recuerdo lacerante de aquella fatídica fecha, sus follajes movidos por el viento, nos hace recordar para volver a vivir aquel acto aquiliano que engendró el drama de la historia.

Las fiestas patrias son necesarias y útiles, los pueblos tienen necesidad de amar algo grande, festejar algo sensible, su conciencia y creencias fundamentales, que no son otra cosa que las de su propio terruño.

La historia y la epopeya coinciden para consolidar los símbolos nacionales, y sin duda son Niños Héroes que defendieron heroicamente el Castillo de Chapultepec, ejemplo más acabado de una juventud amante de la patria, de un México orgulloso de su pasado histórico que no debemos olvidar.

La conducta heroica jornada anteriormente mencionada nos revela las profundas raíces y sentimientos de un alto concepto del honor, lealtad y sacrificio de la vida que traza el camino de una de las más nobles tradiciones que se guardan y observan celosamente en la memoria del Heroico Colegio Militar.

Esta epopeya es un legado a las generaciones futuras, porque integran el verdadero evangelio de la patria que todo buen ciudadano tiene la obligación de defender.

Los Cadetes de Chapultepec, que la historia los ha bautizado como los Niños Héroes, quedaron inmortalizados en las seis columnas de mármol que se prolongan hasta el infinito en el cielo y en lo más profundo de la tierra por sus valores del espíritu por haber hundido en la conciencia popular, son, la expresión más acabada de nuestra nacionalidad, por su sacrificio supremo, honor y gloria al Teniente Juan de la Barrera y los alumnos Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente Suárez y Juan Escutia.

La historia ha dictado ya su veredicto sobre estos tristes y lamentables acontecimientos, no se puede decir que México fue derrotado: porque las armas invasoras cometieron un asesinato, un latrocinio, masacrando a niños orgullosos de su patria, a quienes no se les perdonó la vida, era preferible la moderación en lugar de la venganza respetando las leyes de la guerra, elegir el dialogo propio del ser humano, frente al abuso de la fuerza que es propio de los animales (Cicerón), esta guerra no era justa, no se respetaron las normas sagradas del derecho fecial del principio latino: que las quejas sean expresadas de forma solemne y que la guerra sea el último de los recursos.

Fueron héroes estos jóvenes por varias razones, en primer lugar, porque no tenían obligación de permanecer en el Castillo en la condición de Cadetes, decidieron quedarse voluntariamente, con escasas provisiones y pertrechos militares resistieron el bombardeo de más de un día bajo el fuego de la artillería enemiga, que hizo cimbrar Chapultepec entero, pero ante las circunstancias, la edad no importaba, lo importante era la patria.

Hoy vivimos tiempos de peligros, confusión, agresiones perversas que tratan de vulnerar nuestra cohesión y soberanía nacional.

Esta guerra por la cual perdió para siempre México más de la mitad de su territorio nos hace recordar al primer gobierno de la República Mexicana independiente cuando se lanzan llenos de codicia por la expansión territorial de los Estados Unidos.

El 22 de agosto de 1825 Lucas Alemán ministro de Relaciones Exteriores y José Ignacio Esteva, ministro de hacienda acompañado de los Generales Veles y Quintanar, reciben a un personaje Joel R Poinsett Embajador Plenipotenciario de Estados Unidos. Hace una propuesta tramposa a Lucas Alamán, correr la frontera entre los dos países hasta el río Bravo y adquirir el territorio de Texas por cinco millones de dólares.

La respuesta fue tajante: “la República Mexicana no reconoce otra frontera que la del Tratado Onís-Adams, firmado el 22 de febrero de 1819 por Luis de Onís, entonces ministro, el Rey de España y John Quincy Adams Secretario de Estado de los Estados Unidos”. Aquí dará inicio un largo proceso de chantajes, presiones y la Guerra, en 1846.

Al final de la reunión antes mencionada inspirado con un gran patriotismo Lucas Alamán lleno de disgusto le pide al Embajador de los Estados Unidos que abandone su oficina y que no vuelva más a proponer operaciones mercantiles vendiendo la patria.

Invoquemos el principio juarista: “Entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Como en la Grecia clásica en la Batalla de las Termópilas, 300 soldados espartanos murieron por cumplir con sus deberes y conciencia, escribieron con sangre su mensaje.

Hoy deberíamos escribir con letras de oro en nuestros corazones el siguiente mensaje: mexicano, ve e infórmale a la patria que aquí murieron 6 jóvenes cadetes para salvar el honor, orgullo y dignidad nacional.

La patria es primero, inspirémonos en estos ejemplos de grandeza, ave de mal agüero, la patria es primero.