Al nivel del mar, el agua a 99 oC luce tranquila y cristalina, no parecería que está a punto de entrar en ebullición. De repente, con un aumento de tan solo un grado de temperatura y sin previo aviso, las burbujas comienzan a ascender desde el fondo del recipiente. Entonces, la superficie del agua se agita y finalmente todo el líquido entra en ebullición.

La temperatura social es similar. Todo puede parecer sereno y tranquilo, lleno de conformidad y rutina, hasta que cambia. Aunque no estoy seguro de cuál sea la temperatura social en Yucatán, sinceramente espero que no sea de 99 oC. Sin embargo, no puedo evitar preocuparme por los temas que podrían estar aumentando esta “lectura” en el termómetro social.

Yucatán ocupa los primeros y lamentables lugares en estadísticas de alcoholismo, suicidio y violencia doméstica. Esto señala problemas en el tejido social y emocional de amplias secciones de la población. Además, a esto se suma un crecimiento económico que ha dependido en gran medida de la industria logística e inmobiliaria, acompañado de especulación.

El problema con el auge en la industria logística e inmobiliaria es que altera el paisaje socioambiental, modificando la organización geográfica de las comunidades, el acceso a los recursos naturales y a espacios recreativos. Esto tiende a concentrar la riqueza en manos de quienes poseen capital, en detrimento de aquellos que solo pueden ofrecer su mano de obra o propiedades comunales vulnerables. En otras palabras, si no hay una intervención gubernamental decidida, el crecimiento económico con una fuerte orientación hacia lo inmobiliario puede acentuar las disparidades sociales.

En la actualidad, los mejores lugares para invertir, vivir y disfrutar en Yucatán ya no están en manos de las comunidades o sus residentes habituales. Muchos yucatecos empiezan a sentirse como extranjeros en su propia tierra, ya que no pueden disfrutar libremente de lo que antes les pertenecía: playas, cenotes, áreas urbanas, barrios tradicionales, prados y tierras agrícolas comunitarias.

Trabajan en su propia tierra para servir a los nuevos dueños de la misma, lo cual tiene un costo social y emocional elevado. Esto aumenta la temperatura social, a menos que se implemente una agenda activa y decididamente socialdemócrata para compartir la riqueza y las oportunidades de bienestar.

Además, debemos agregar el drama de decenas de miles de familias de pescadores ribereños o de la flota de alta mar que enfrentan temporadas sucesivas de escasa pesca y colapso de precios para sus productos. Esto podría aumentar la temperatura social aún más.

Si también consideramos la rápida gentrificación en Mérida, la sobrecarga de la infraestructura urbana, los efectos cada vez más evidentes del cambio climático en las estaciones secas más severas y prolongadas, y el impacto de enfermedades animales y vegetales en la base productiva de las familias rurales, la temperatura social continúa aumentando.

El crecimiento, especialmente cuando es un crecimiento capitalista descontrolado (como el que se observó en Inglaterra durante la era victoriana o en Estados Unidos a finales del siglo XIX, en la época de los grandes magnates), sin considerar aspectos sociales, culturales o ambientales, genera fricciones. Y toda fricción genera chispas, lo que eleva la temperatura e incluso puede provocar pequeños incendios.

En Yucatán, las fricciones causadas por el crecimiento son cada vez más evidentes, y no se observa un verdadero deseo de moderar estos conflictos que desgarran el tejido social y podrían deshilar el camino de toda la comunidad.

Hasta el agua fresca de los cenotes se calienta cuando una sociedad que históricamente ha sido jerárquica y estratificada se vuelve más desigual, haciendo que quienes viven injustamente en la pobreza pierdan el acceso a su entorno natural, a sus sitios culturales y a los recursos comunales necesarios para sobrevivir.

Es hora de integrar un componente social al modelo socioeconómico de Yucatán y comprender que, si no se comparte la prosperidad, el “milagro yucateco” podría acercarse a los 99 °C… o tal vez incluso a los 100 oC.